Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Mercancía, fetichismo y socialismo (1)

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Tal vez una de las consecuencias políticas más importantes asociadas a la tesis de que existe una lógica de la mercancía y del capital tiene que ver con la crítica de Marx del fetichismo de la mercancía. Como se explica en el blog de Ezequiel, http://divulgacionmarxista.wordpress.com/2013/11/30/fetichismo-de-la-mercancia/, el fetichismo consiste en atribuir a una cosa propiedades que no tiene. En el caso particular de las mercancías, el fetichismo pasa por tomar a las mercancías “como lo que son a primera vista”, como si tuvieran propiedades que les son propias, y no sociales. Ezequiel agrega que el fetichismo comienza cuando el valor de cambio es visto como una cualidad del valor de uso al que está unido. En el mismo sentido, en El Capital Marx cita al economista del común que piensa que “el valor (el valor de cambio) es un atributo de las cosas” (p. 101, t. 1). Y define el fetichismo como una situación en la cual la relación social entre personas toma la forma de cosas, y las cosas parecen tomar vida propia, independiente de los seres humanos y dominando su vida. Por eso existe similitud con el discurso religioso, donde los productos de la mente humana aparecen como seres independientes, dotados de vida y entrando en relaciones tanto entre ellos, como con los seres humanos.

La crítica de Marx al fetichismo de la mercancía es entonces parte esencial del programa revolucionario que propone el marxismo, en tanto busca liberar al ser humano de toda forma de opresión. Determina también la necesidad de que los productores organicen la producción sobre una base en común, y distribuyan de forma consciente y planificada los tiempos de trabajo. Debe tenerse en cuenta que cuando Marx habla del fetichismo no se refiere solo, ni principalmente, a una falsa conciencia o ilusión, ya que en su visión es la misma sociedad productora de mercancías la que da lugar a que los objetos se autonomicen con respecto a los seres humanos. Por este motivo, la crítica del fetichismo de la mercancía está indisolublemente ligada al análisis de la dialéctica de la mercancía, en particular, a la forma  valor. El objetivo de esta nota es introducir en esta crítica  y presentar algunas conclusiones de tipo político, que profundizan en el mismo sentido de lo que presenté en la nota anterior sobre la lógica del capital (ver aquí y siguientes), fundamento del programa revolucionario y humanista del marxismo, esto es, que apuesta al pleno desarrollo de la individualidad humana a partir del trabajo asociado y cooperativo.

En otros términos, se sostiene aquí que la teoría crítica del fetichismo de la mercancía no es un mero tema académico, ni una teoría para agradar los oídos del progresista bienpensante, (¿acaso no hay charlatanes “críticos del fetichismo” que utilizan la teoría de Marx para apoyar ideológicamente a regímenes burocrático-estatistas- capitalistas?) sino está en la esencia del programa político del marxismo y de su crítica subversiva de la sociedad capitalista  y del mercado. Dada su extensión, divido la nota en dos partes.

La forma del valor y el fetichismo de la mercancía

El capítulo 1 de El Capital contiene 4 secciones: la primera está dedicada al valor de uso y el valor; la segunda al trabajo abstracto y concreto; la tercera a la forma del valor; y la cuarta al “carácter fetichista de la mercancía y su secreto”. A la vista de esta división, puede pensarse que la explicación y crítica del fetichismo de la mercancía está contenida en el último apartado. Sin embargo, la problemática del fetichismo ya está explicada en la sección 3, en la que se discute extensamente por qué la forma del valor es esencial para que haya valor. Por eso, si se comprende esta dialéctica entre contenido y forma del valor, está allanado el camino para abordar la última sección. Repasemos entonces las ideas centrales de las dos primeras secciones, que desembocan en la discusión sobre la forma del valor y el fetichismo.

En la primera sección del capítulo 1 de El Capital  pasamos de lo que aparece a primera vista – las mercancías tienen valores de uso y se intercambian en ciertas proporciones cuantitativas-, a lo que está por detrás, lo que rige esas proporciones, o valores de cambio. En términos de la dialéctica hegeliana, estamos pasando de la apariencia a la esencia. Tengamos en cuenta que se refiere a mercancías reproducibles mediante trabajo humano, y sometidas a competencia; no hay aquí, por lo tanto, teoría alguna del precio de monopolio.

Marx explica entonces que, a fin de que dos mercancías puedan compararse e intercambiarse en cierta proporción cuantitativa, deben tener una sustancia en común. Y lo que encuentra en común, al hacer abstracción de sus propiedades físicas y naturales, y de los tipos específicos de los trabajos empleados, es “… una misma objetividad espectral, una mera gelatina de trabajo humano indiferenciado, esto es, de gasto de fuerza de trabajo humano sin consideración a la forma en que se gastó la misma” (1999, t. 1, p. 47).

A partir de aquí nos presenta la primera definición de valor: “En cuanto cristalizaciones de esa sustancia común a ellas, son valores” (ibídem). También: “Un valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo abstractamente humano”. En los párrafos que siguen explica la noción de tiempo de trabajo socialmente necesario (considerado desde el lado de la oferta, esto es, tecnología e intensidad promedio del trabajo) y la relación entre trabajo complejo y simple. Luego, en la segunda sección, explicita la diferencia entre los dos aspectos del trabajo. En tanto generador de valores de uso, todo trabajo es concreto (unidad de múltiples determinaciones, tales como habilidades, medios de producción, etcétera). En tanto generador de valor, todo trabajo es gasto humano de energía, indiferenciado.

De manera que en estas dos primeras secciones Marx ha respondido a la pregunta de qué es lo que se está igualando en el intercambio; se igualan los valores, esto es, los tiempos de trabajo social objetivados. Sin embargo, también la Economía Clásica, a través de sus mejores exponentes, y aunque de manera acrítica –en especial porque nunca dio importancia al doble carácter del trabajo-, había encontrado la sustancia del valor, el trabajo humano. Fue el gran mérito histórico de Ricardo: poner en el centro del análisis el contenido del valor. En el mismo sentido, Marx apunta que Franklin, al estimar el valor de las cosas “en trabajo”, de hecho estaba reduciendo los diversos trabajos a trabajo humano igual, entendido “como sustancia del valor de todas las cosas” (1999, t. 1, p. 63, nota).

Este es entonces el punto desde el cual Marx supera críticamente la teoría del valor trabajo de Ricardo, y lo hace a partir interrogarse por qué los trabajos humanos se comparan a través de la forma del valor. En palabras de Marx: “… es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera incompleta, el valor y la magnitud del valor y descubierto el contenido oculto en esas formas. Solo que nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido adopta dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se presenta en el valor, de a qué se debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud del valor alcanzada por el producto del trabajo” (1999, t. 1, pp. 97-98). El carácter distintivo de la teoría del valor trabajo de Marx entonces es que analiza por qué ese contenido –tiempo de trabajo- se expresa, y se objetiva, a través de la forma del valor. Un análisis que conduce a la crítica de las relaciones sociales subyacentes, a saber, la propiedad privada de los medios de producción.

Objetivación y forma del valor

En base a lo dicho en la última parte del punto anterior, puede intuirse que la objetividad del valor es clave para entender el fetichismo de la mercancía. Ya en su primera definición del valor, Marx había hecho referencia a su “objetividad espectral”. En el inicio de la tercera sección vuelve sobre el tema: “La objetividad de las mercancías en cuanto valores se diferencia de mistress Quickly en que no se sabe por dónde agarrarla” (1999, t. 1 p.58). Con esto está diciendo que estamos ante una propiedad de las mercancías, pero que las mercancías no la manifiestan con su cuerpo natural, a diferencia de lo que sucede con las propiedades objetivas de mistress Quickly. Es que el valor no es una propiedad física o química; por más que analicemos molécula por molécula de la tela, no encontraremos un “coágulo” de trabajo invertido. El valor entonces es una propiedad objetiva, aunque de tipo distinto de la propiedad física: es una propiedad social, ya que surge de las relaciones sociales entre los seres humanos.

La cuestión por lo tanto es entender cómo el trabajo humano aparece en el mercado bajo la forma de “valor” de la mercancía, esto es, bajo la forma de una propiedad de la mercancía. Para esto hay que tener en cuenta que al llegar al mercado el trabajo es pasado; en el mercado no se comparan trabajos vivos, sino trabajos que aparecen bajo la forma de una propiedad que se ha plasmado en la mercancía, que se ha objetivado. Pero por eso mismo, esta propiedad debe expresarse con un lenguaje objetivo, propio de “cosas”. Y al mismo tiempo, por tratarse de una propiedad social, las cosas no pueden expresarla  por sí mismas, con sus cuerpos naturales. De ahí que a fin de que exista valor –trabajo humano como trabajo objetivado, coagulado- la mercancía debe encontrar un equivalente en el que expresar su valor. En este punto debe recordarse la idea de Hegel sobre el contenido y la forma: está en la naturaleza del contenido expresarse, manifestarse. La “cosa en sí” no existe; el contenido es contenido en la manera en que se manifiesta, en que se expresa. En consecuencia, y volviendo a la forma del valor, el trabajo humano invertido en la fabricación de la mercancía se objetiva, esto es, se convierte en valor, al transmutarse en el equivalente (el dinero, en su forma desarrollada), en el mercado.

Por eso Marx, luego de recordar que el trabajo humano, en tanto actividad, crea valor, pero no es valor, y que se convierte en valor “al pasar a la forma objetiva”, explica: “Para expresar el valor de la tela como gelatina de trabajo humano, es menester expresarlo en cuanto ‘objetividad’ que, como cosa, sea distinta del lienzo mismo y a la vez común a él y a otra mercancía” (1999, t. 1, p. 63).

Una relación que escapa al control consciente

Puede verse entonces que para que el valor pueda ser una propiedad de la mercancía, es necesario que el mismo se exprese a través de una relación entre cosas. Solo de esta manera el trabajo privado contenido en la mercancía es sancionado como trabajo socialmente necesario. Pero no como trabajo vivo, sino como trabajo coagulado, objetivado; y para que ocurra esto el contenido del valor necesita de la forma del valor –el dinero en su expresión más desarrollada. Lo importante para lo que nos ocupa ahora es que estamos ante una relación social cosificada, que escapa al control consciente de los seres humanos; se trata de un mundo  en el que las mercancías hablan en su lenguaje -el de los precios- y por esta vía se regulan, distribuyen y sancionan los trabajos vertidos bajo la forma privada y sus tiempos.  Con respecto a este lenguaje propio de las mercancías, Marx señala que “… todo lo que antes nos había dicho el análisis del valor mercantil nos lo dice ahora el propio lienzo, ni bien entabla relación con otra mercancía, la chaqueta. Solo que el lienzo revela sus pensamientos en el único lenguaje que domina, el lenguaje de las mercancías” (1999, t. 1, p. 64).

Son las cosas las que median entre los seres humanos; en otros términos, las relaciones sociales están cosificadas, y las cosas adquieren un movimiento que se independiza del control de los productores. Por eso Marx en una nota hace referencia a las mesas que en China “comenzaron a danzar cuando todo el resto del mundo parecía estar sumido en el reposo” (1999, p. 87, nota). Es que en el mercado se impone una regulación anárquica de los tiempos de trabajo, y esa regulación se expresa a través de los precios que toman la forma de movimiento autónomo. Así, refiriéndose a los valores (expresados en los precios), Marx señala que “estas magnitudes cambian de manera constante, independientemente de la voluntad, las previsiones o los actos de los sujetos del intercambio. Su propio movimiento social posee para ellos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de controlarlas” (1999, t. 1, p. 91). Es por esto que, tratándose de una ley social, se impone a los seres humanos “de modo irresistible como ley natural reguladora, tal como se impone la ley de gravedad cuando a uno se le cae la casa encima” (ibídem, p. 92). Aquí “natural” no debe entenderse como una ley de la naturaleza, sino como una ley objetiva, que los seres humanos no pueden controlar.

Texto citado:
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

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«Mercancía, fetichismo y socialismo (1)»

Written by rolandoastarita

07/11/2014 a 10:58

6 respuestas

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  1. Reblogueó esto en Humano Buenos Aires.

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    Leonardo Sai

    07/11/2014 at 13:27

  2. No considerar el problema del fetichismo mercantil es un error, absolutizarlo también. Confundirlo con el marketing como principal forma de control social, no tiene nada que ver.

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    Omar

    09/11/2014 at 09:11

  3. Hola Rolando. Soy lectora del Blog desde hace algún tiempo, es la primera vez que escribo y quería pasar a dejar mis saludos y agradecer por la claridad con la que tratas temas tan complejos. Particularmente, la temática del fetichismo de la mercancía, es una de las que mas me interesa de la extensa obra de Marx. Es un gran aporte hacer accesible estos conceptos. Soy una convencida de que el estudio de la obra científica de Marx tiene que llegar a ser masiva para contribuir a desnaturalizar las relaciones sociales capitalistas, y a su vez pondría en jaque aquellos que se creen la vanguardia del movimiento obrero
    y nos dicen cual es la verdadera lucha y que es lo tenemos que hacer. Saludos Cordiales. Romina.

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    Romina

    12/11/2014 at 01:33

  4. Coincido con Romina, que a propósito me dejo pensando en algo que también me repiquetea hace un tiempo. Hay cuestionamientos de todo tipo al «Qué hacer» de Lenin (y bienvenidas sean). Entre ellos, que plantea una concepción de partido diferente al de Marx. Pareciera que el Lenin «vanguardista» olvidara la teoría del fetchismo, y hay un punto fuerte que en ese texto creo que ni siquiera hay alusión a ello. Pero cuando Lenin reivindica una «teoría revolucionaria, para una práctica revolucionaria», ¿acaso no se acerca a Marx? La «externalidad» de la conciencia socialista, es un hecho en tanto que la clase obrera no produce conciencia socialista… de ahí la necesidad del partido político. Entiendo que se puede discutir sobre concepción de partido en Lenin o Marx aparte, pero bueno creo que hay una relación obvia.

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    Omar

    12/11/2014 at 11:21

  5. Si el valor es una propiedad social, es decir, que cristaliza en un mercancía por el trabajo humano, pero que no está físicamente o quimicamente unida a ella porque es social, significa que la propiedad física en realidad es humana y está almancenada en el cerebro consciente como conomimiento social adquirido. ¿Por qué pues es el valor una propiedad objetiva que cristaliza en la mercancía y no una propiedad intersubjetiva de los humanos que cristaliza en quienes son conscientes de ese valor?

    Si el valor solo es posible cuando hay un sociedad consciente de este, ¿en base a que atribuimos la cristalización del valor a la mercancía y no a lo intersubjetivo?

    Respecto a intersubjetivo u objetivo, creo que es importante el matiz dado que una propiedad física de un objeto material es algo objetivo, pero un concimiento consciente y acordado por sujetos que participan de este en el mercado creo que es algo intersubjetivo.

    El valor creo que solo puede ser referenciado por una mente consciente y social, sin embargo las propiedades físicas persisten en los propios objetos, por eso digo que en realidad es intersubjetiva, tanto en cuanto es condición necesaria la utilidad humana del objeto.

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    • Con objetivo se refiere a que no es manejada por las conciencias. Vos no podes manejar el precio del pan «subjetivamente» ya que es algo que, como bien planteas, es intersocial, no se puede definir concientemente. Se define por la suma de costos de produccion y una coyuntura especifica donde se lo produce, etc etc. De ahi que no se plantee como subjetivo en el marxismo al valor de cambio. El valor de uso, encambio, puede variar, pero tambien contextualmente, determinandose por los usos conocidos o validados para algo.
      Por dar un ejemplo, si no supieramos para que se usa la polvora, quizas no se comerciaria. No tendria sentido. Pero si se crea mejores insumos explosivos, la polvora quizas pierda ese valor de uso. Etc.
      Saludos.

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      SDPA

      03/07/2018 at 21:36


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