Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Crecimiento, catastrofismo y marxismo en América Latina

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Durante buena parte de la década de 2000 América Latina ha tenido un elevado crecimiento económico, y mejoraron muchos indicadores sociales. Esto ha dado lugar a un debate en la izquierda acerca de la naturaleza de esta mejora, y la actitud a tomar ante los gobiernos que están al frente de estas economías, en especial ante aquellos que se proclaman de izquierda, o progresistas. En esta nota quiero analizar la cuestión desde la teoría de Marx. Empiezo con algunos datos sobre la evolución de las economías latinoamericanas en la década.

Las economías latinoamericanas en los 2000

A partir de 2003 las economías de América Latina experimentaron un crecimiento promedio del 5,5% anual; en 2010 sería del 5,2%. Entre 2005 y 2010 el PBI por persona creció al 2,7% anual. Entre 2004 y 2008 la formación bruta de capital fijo en América Latina aumentó a una tasa anual del 11,6% anual, frente a una caída del 3,3% entre 2000 y 2002 (CEPAL, 2009). La productividad en la industria y la agricultura, que estaba aumentando desde los noventa, continuó creciendo también en el promedio de América Latina (ver más abajo). En 2010 el desempleo se ubica en el 7,8%, cuando en 2002 superaba el 11% (CEPAL idem).

Acompañando al crecimiento, en esta década unas 40 millones de personas –la población de América Latina es de 580 millones– salieron de la pobreza. La pobreza en 2007 alcanzaba el 34,1% de la población, contra el 40,5% en 1980 y el 44% en 2002. La indigencia en 2007 era del 8,1%, contra el 18,6% en 1980 y el 19,4% en 2002 (CEPAL 2008). Paralelamente, y aunque no puede interpretarse como un cambio significativo de los patrones prevalecientes en la región, disminuyó la desigualdad de los ingresos en varios países. Entre 2002 y 2007 el 40% de los hogares con menores ingresos incrementaron por lo menos un punto porcentual su participación en el ingreso total en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Venezuela (el máximo es Venezuela, con cuatro puntos). A su vez el ingreso del 10% más rico se redujo en esos países entre cuatro y cinco puntos porcentuales (con excepción de Paraguay). Aunque en Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, México y Uruguay no hubo alteraciones, en promedio la desigualdad disminuyó en la región con respecto a los años anteriores a 2002. Aunque, es importante destacarlo, es apenas menor que en 1990. En 2007 el coeficiente Gini era 0,515 y en 1990 se ubicaba en 0,532 (CEPAL 2008).

Además, la mayoría de los países pasaron a tener superávit en sus balanzas comerciales, favorecidos en buena medida por la expansión del mercado mundial, el incremento de la productividad (en particular en la agricultura) y la mejora de los términos de intercambio. En 2001 la región tenía un déficit en cuenta corriente equivalente al 2,6% del PBI; en 2003 pasó a ser positivo, y se mantuvo positivo hasta la crisis de 2009. El índice de términos de intercambio de bienes se ubicaba en 121,5 en 2008, contra 100 en 2000. El índice del poder de compra de las exportaciones de bienes de la región era 171,1 en 2008, contra 100 en 2000. Como resultado de la mejora de las cuentas externas y fiscales, en prácticamente toda la región disminuyó en nivel de endeudamiento. La deuda externa como proporción del PBI bajó, en América Latina, del 36,4% en 2001 al 18,7% en 2008 (CEPAL 2010).

Interpretaciones divergentes

Esta mejora de los indicadores económicos y sociales resultó inesperada para la izquierda “catastrofista”, esto es, para aquella que sostuvo durante años que el sistema capitalista en América Latina estaba agotado, y solo podía generar más miseria, hambre y desocupación. Sin embargo esta visión pareció encajar muy bien con lo que sucedía en América Latina en la década de 1980, y durante el período que va de 1990 a 2003, signado por algunas expansiones, pero interrumpidas por crisis profundas y depresiones. Por aquellos años bastaba con mostrar cómo crecían la miseria, la desocupación, la polarización social o la precarización del empleo, para mantener una posición crítica frente al capitalismo, al menos en América Latina. En este punto había, además, una coincidencia con la izquierda nacional y popular, que se oponía a las reformas neoliberales, aunque con un enfoque algo distinto. Es que las corrientes nacionales atribuían los males y sufrimientos que padecían los pueblos latinoamericanos a los programas neoliberales, y a la hegemonía del capital financiero y especulativo. La izquierda nacionalista no planteó que hubiera alguna “crisis crónica”, o final, del capitalismo. En cualquier caso, ambas corrientes coincidían en rechazar a los gobiernos que aplicaban las políticas de “ajuste”, aperturas comerciales y liberalización de los mercados.

En síntesis, según la izquierda radical, que se reivindicaba del marxismo, el neoliberalismo era la quintaesencia del capitalismo senil. Pero de acuerdo al enfoque de la izquierda nacional, el neoliberalismo era el producto del triunfo circunstancial de la fracción de derecha, antinacional y financiera, de las burguesías latinoamericanas.

Naturalmente, cuando sobrevino la recuperación económica, ambos enfoques colisionaron. Por el lado de la izquierda radical, el crecimiento de América Latina a partir de 2003 fue un acontecimiento casi imposible de encajar en los esquemas a los que estaba habituada. De ahí que haya una permanente necesidad de destacar las continuidades –sigue habiendo hambre, desocupación, atraso, etc.–  y de disimular los datos que muestran mejoras. ¿Cómo puede ocurrir que bajen la desocupación o la pobreza, si el capitalismo está en su etapa senil? Para las corrientes del pensamiento nacional, en cambio, la recuperación se explica por lo político. A la hegemonía del neoliberalismo, sostienen, le ha sucedido el ascenso de las fracciones nacionales e industrialistas de las burguesías latinoamericanas, y esto explica el crecimiento económico, las mejoras de salarios y la caída de la pobreza. Son los pueblos los que han desplazado a la derecha neoliberal, y los gobiernos industrialistas reflejan este avance. De ahí el énfasis en que “la política ha recuperado su lugar, por sobre la economía”. Este argumento plantea, además, otro problema para la izquierda radical, ya que ésta venía caracterizando que los trabajadores y los pueblos habían encarado, entre fines de los años noventa y comienzos de la nueva década, una ofensiva revolucionaria. ¿Cómo es posible que todo siga más o menos igual, si había grandes triunfos? De aquí también la inclinación, por parte de la izquierda radical, a atribuir el apoyo de los trabajadores a gobiernos como el de Lula o Tabaré (o a Kirchner) a una confusión, o al engaño de las clases dominantes.

Naturalmente, entre estas posiciones polares hay muchas intermedias. Por ejemplo, marxistas que se convirtieron en partidarios de la corriente nacional, y variantes semejantes. Pero las líneas fundamentales se reparten según lo planteado.

Desde el punto de vista de la táctica política, la izquierda nacional “no catastrofista” sostiene que hay que cerrar filas detrás de los gobiernos y partidos que están al frente de estos procesos progresistas e industrialistas, porque la derecha y el imperialismo quieren volver a los noventa. De ahí también que los pensadores de la corriente nacional y popular piensen que la estrategia de la derecha y el imperialismo sea el golpe militar. ¿Cómo podrían triunfar si no es con un golpe militar, dado el clima de conformidad de los pueblos con sus gobiernos progresistas?

Puestas así las cosas, la izquierda radical señala que los gobiernos de Lula, Kirchner, Bachelet, Evo, etc., son burgueses. La izquierda nacional más izquierdista, y algunos marxistas que la acompañan (táctica del “frente unido”), responden que sí, que son burgueses, pero que de todas maneras son mejores que los gobiernos de los ochenta o noventa, y por lo tanto hay que apoyarlos. De manera que el debate queda empantanado.

Análisis alternativo basado en Marx

Frente a las posiciones anteriores defiendo un enfoque alternativo, basado en Marx, que rechaza tanto la tesis catastrofista, como la explicación “politicista” de la recuperación económica en América Latina. Este enfoque afirma que el modo de producción capitalista atraviesa periódicamente por crisis de acumulación, durante las cuales aumentan la desocupación, el hambre y la miseria de los trabajadores y de las masas populares. Pero admite también que estas crisis, por sí mismas, no llevan a la desaparición del capitalismo. Si la clase obrera no acaba con la propiedad privada y el Estado, el capital finalmente logra imponer las condiciones necesarias para la acumulación. Esto se debe a que durante la crisis bajan los salarios, se disciplina la fuerza del trabajo, cierran las fracciones menos productivas del capital, se acelera la centralización de los capitales, y finalmente retoma la acumulación. Se abre así una fase de ascenso, durante la cual baja la desocupación, los salarios pueden recuperar parte del terreno perdido, y mejoran los indicadores sociales. De manera que si el ciclo alcista se prolonga, la clase trabajadora, o sectores importantes de ella, acceden a bienes de consumo que en otras épocas le estaban vedados. Además, el aumento de la productividad y el desarrollo de las fuerzas productivas tienden a mejorar el nivel de vida de los explotados. Esto último explica que la esperanza de vida de la población mundial, o los índices de nutrición, hayan mejorado en los últimos 100 años, por ejemplo. Sin desconocer por ello que cientos de millones de seres humanos pasan hambre y que otros muchos cientos de millones no tienen satisfechas sus necesidades más elementales.

Crisis estructural, explotación y recuperación económica

Lo ocurrido en América Latina se explica por esta dinámica de crisis, ofensiva del capital sobre el trabajo, restablecimiento de las condiciones necesarias para la acumulación –particularmente aumento de la rentabilidad del capital– y recuperación económica. Solo que en este caso no se trata de un ciclo “normal” de negocios, sino de una larga crisis estructural, que estuvo asociada a la crisis de la industrialización por sustitución de importaciones, y a la mundialización intensificada del capital que le sucedió. En términos generales, la década de 1980 fue de crisis y retroceso en América Latina. La década siguiente, en cambio, no fue solo de caída y retroceso; ni tampoco fue un período de mera especulación financiera y parasitismo, como piensa buena parte de la izquierda, tanto radical como nacionalista. Es que en los noventa se implementaron políticas contrarias a los trabajadores, y aumentaron la desocupación y la precarización laboral, pero también hubo dos fases de expansión de las economías latinoamericanas, así como empezó a aumentar la inversión y  la productividad. Entre 1990 y 1994 América Latina creció a una tasa del 4,1% anual. Este crecimiento fue interrumpido por la crisis del Tequila, en 1995, año en que la economía latinoamericana creció solo el 1,1%. Luego se recuperó, y entre 1996 y 1998 América Latina creció al 3,8% anual; para hundirse en la crisis de 1999 – 2002, cuando solo crece el 1% anual de promedio.

Por otra parte, y según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, la productividad en la industria comenzó a mejorar desde inicios de los noventa. De conjunto aumentó, en América Latina, en la industria, al 2% anual entre 1990 y 2005. Si bien es un aumento menor que el de Asia del Este, (3,5%) y el de los países desarrollados, (2,2%), fue significativamente mayor que entre 1975 y 1990, cuando descendió al 0,9% anual. Más elevada fue la tasa a la que aumentó la productividad en la agricultura. Entre 1990 y 2005 se incrementó al 3,5%, a la par de los países desarrollados; entre 1975 y 1990 había crecido al 1,8%. Si bien los niveles de productividad siguen siendo inferiores a los de los países avanzados, hubo una recuperación (a excepción del sector servicios, donde la productividad se mantuvo estancada).

En lo que respecta a la inversión, entre 1993 y 2001 su participación en el PBI se ubicó en el 19,7%. Y la formación bruta de capital creció a una tasa anual del 8,7% entre 1990 y 1994; y del 4,9% anual entre 1995 y 1998, para hundirse entre 1999 y 2003, cuando disminuyó al 1,5% anual (CEPAL; la variación anual se calcula sobre la base de dólares constantes de 2000).

Paralelamente aumentó la desocupación. En primer lugar, porque se incorporaron muchas mujeres y jóvenes al mercado laboral (CEPAL). También por la incorporación de tecnología, y la intensificación y extensión del trabajo (los trabajadores con empleo realizan sobretrabajo, en un mar de desocupados). A esto se sumó la reducción del empleo estatal. La participación de los trabajadores en el sector público bajó durante los noventa, en promedio (para países con información disponible) del 28 al 21% (Contreras y Gallegos, 2007). La caída del empleo estatal fue producto de la reducción del gasto social (en educación, salud, inversiones públicas), y de la “racionalización” (los que conservan el empleo tienen que trabajar a mayor ritmo).

Todo esto explica que entre 1990 y 2002 el promedio ponderado de la tasa de desempleo urbano en América Latina  y el Caribe aumentara del 7,2% al 10,5% (CEPAL 2003). La desocupación debilitó la capacidad de resistencia del movimiento sindical frente al capital. De todas maneras, la pobreza y la indigencia disminuyeron durante la década.

La pobreza bajó desde el 48,3% en 1990 al 43,8% en 1999; en ese lapso la indigencia bajó del 22,5% al 18,5% (CEPAL 2003a). Esto nos da otro indicio de que el proceso fue más complejo de lo que habitualmente se piensa en la izquierda. De la misma forma, en la década de los noventa aumentaron de 9 a 10 los años de escolaridad aprobados; en Brasil, Guatemala y Colombia aumentaron 2 años de estudios aprobados (Contreras y Gallegos, 2007). Sin embargo, “los noventa” se cierran con la profunda crisis de 1999-2002, que implica un gigantesco “ajuste” de los salarios, no solo en Argentina, sino también en Brasil, vía devaluación. El promedio ponderado del salario medio real, para  América Latina y el Caribe, bajó de un índice 100 en 2000, a 94,5 en 2003. (CEPAL 2005). En 2002 el PBI por habitante era 2 puntos porcentuales inferior al de 1997 (CEPAL idem).

Hay que destacar que sobre esta base se produce la recuperación económica a partir de 2003, acompañando a la expansión del mercado mundial. No se puede entender lo que sucedió entre 2003 y 2010 sin hacer referencia al largo proceso de ajuste, racionalización y ofensiva sobre el trabajo. En muchos países estos procesos fueron encabezados por auténticos neoliberales, pero en otros por dirigentes y partidos provenientes del campo “nacional”, o incluso de la izquierda, en alianza con los neoliberales ortodoxos. Son los casos de ex militantes de la Juventud Peronista y Montoneros de los 70s, que participan en el gobierno de Menem; o el de Fernando Henrique Cardoso en Brasil, ex marxista, fundador de la Corriente de la Dependencia, en los sesenta, junto a lo más selecto de la derecha tradicional de estos países. Por eso la política “progresista” de Lula se levanta sobre el terreno preparado por Cardoso, de la misma manera que la política “progresista” de Kirchner lo hace sobre el terreno que el mismo Kirchner ayudó a preparar en los noventa, colaborando con Menem. En otro escrito me he referido al “secreto” de la recuperación argentina a partir de 2002 (ver profundizar). El proceso en Brasil es similar en muchos aspectos. Hay una dinámica que va de los planes de estabilización de la inflación mediante anclaje cambiario, con la consiguiente apreciación de la moneda y el aumento de las presiones competitivas, y de la desocupación; a las crisis del sector externo, las devaluaciones y la caída de los salarios en términos de dólar.

Así, el plan Real, puesto en marcha en 1994, buscó frenar una inflación que en 1993 había alcanzado el 2000%. Fue entonces un típico plan de “ajuste y estabilización”, que buscó contener la inflación por medio de altas tasas de interés y el retraso cambiario. Además, el gobierno liberalizó y abrió la economía, bajando los aranceles a las importaciones. También flexibilizó el mercado laboral; y se lanzaron los programas de privatizaciones. En consecuencia aumentaron la desocupación y la precarización laboral, a la par que las empresas racionalizaron y aumentaron la productividad.

Sin embargo la sobrevaluación del real, combinada con las crisis asiática y rusa, y la caída de los precios de las exportaciones, terminaron provocando el estallido de la economía entre fines de 1998 y principios de 1999, y la devaluación de la moneda del 40%. A lo que le siguió otra devaluación, aunque de menor magnitud, en 2002. Lo fundamental es que a consecuencia de esta larga crisis y reestructuración del capital, la desocupación pasó del 5,4% en 1994 al 12,3% en 2002; los trabajadores precarizados aumentaron del 20,8% en 1991 al 27% en 2001; la parte de la población cubierta por la previsión social bajó del 61% en 1993 al 53,5% en 2002; y la participación de los asalariados en la renta nacional pasó del 58,3% en 1990 al 46,3% en 2002 (Medialdea García); el coeficiente Gini era 0,573 en 1990 y pasó a 0,59 en 2002, habiéndose mantenido en 0,6 o por encima en buena parte de la década de los noventa.

En este marco, el capital brasileño mejoró su competitividad. En la manufactura la productividad laboral creció a una tasa anual del 7,19% entre 1990 y 1995, y al 8,31% entre 1995 y 2000, contra un descenso de casi el 1,8% anual en la década de 1980 (Bonelli, 2002). Junto a la caída de los salarios en términos reales, esta reestructuración capitalista, y la ofensiva contra el trabajo, generaron las condiciones para el crecimiento de los 2000. Por eso Lula no hizo retroceder las reformas esenciales. Incluso cuando asumió la presidencia, en 2003, presentó un programa fiscal más ajustado –un superávit del 4,25%– del que le pedía el FMI.

De manera que la recuperación, en Brasil y en la mayor parte de América Latina, no se debió a que la política haya retomado el control por sobre la economía, como gusta decir la corriente nacional y popular. Tampoco a que los “grupos de poder” se hayan subordinado al poder político. Lo que ha sucedido es, simplemente, que el capital, con la colaboración del Estado capitalista, terminó imponiendo la ley de hierro que rige la acumulación, a saber, la salida de la crisis se realiza a costa de la clase trabajadora.

Recuperación y mejora de los salarios

La recuperación económica trajo aparejada la recuperación de los salarios. Este hecho no contradice la teoría de Marx, como algunos pueden pensar, sino a la visión catastrofista, que piensa que los salarios están condenados a bajar siempre, en términos absolutos. En Marx no existe tal cosa. La única ley salarial esencial en la teoría de Marx, como señala Rosdolsky, es que el salario nunca puede ascender tanto como para que el capitalista pierda interés en la producción. En otros términos, el salario no puede subir al punto de amenazar o hacer disminuir la ganancia del capital por debajo de ciertos límites. Pero el precio de la fuerza de trabajo depende de una serie de factores. En primer lugar, de la duración e intensidad de la jornada de trabajo. Al aumentar la duración e intensidad de la jornada de trabajo, hay mayor desgaste de la fuerza de trabajo, por lo que pueden crecer simultáneamente el salario y la plusvalía. Cuando se produce la recuperación económica, ambos factores se conjugan. En muchas empresas aumentan las horas trabajadas, muy por encima de las 40 o 44 horas semanales. Además, muchos trabajadores que durante la crisis o la recesión estaban a tiempo parcial, pasan a estar empleados a tiempo completo. Todo esto puede verse  potenciado cuando la acumulación del capital tiene un carácter extensivo; esto es, cuando ocurre con escaso aumento de la inversión de capital fijo por obrero.

Por otra parte el salario está condicionado por la fuerza productiva del trabajo. En la fase alcista del ciclo económico aumenta la productividad, tanto porque disminuye la capacidad ociosa, como por la incorporación de tecnología a medida que se expande la producción. Por este motivo los salarios pueden aumentar en términos reales. En este respecto, la disminución de la desocupación, esto es, el aumento de la fuerza del trabajo, cumple un rol vital. Marx lo señala cuando dice que los trabajadores “fuerzan cuantitativamente una participación en el progreso de la riqueza general” (citado por Rosdolsky). Sin embargo el salario no asciende o desciende mecánicamente según aumente o baje la productividad. Por el contrario, el salario por lo general no aumenta en la medida en que aumenta la produccción, con el resultado de que la tasa de plusvalía, lejos de verse perjudicada por la mejora del salario real, puede aumentar mucho. Los salarios reales en promedio en América Latina aumentaron solo el 10% entre 1990 y 2005; esto equivale solo al crecimiento de los cuatro años que van de 2001 a 2005 (CEPAL 2006). En 2005 el salario promedio en América Latina era de solo 371 dólares, solo 2,8% más alto que en 2002, a pesar del aumento de la producción (idem). Es necesario tener en cuenta que una parte importante de la fuerza laboral se mantuvo debilitada, a pesar de la reducción de la desocupación, porque está precarizada, e imposibilitada de organizarse sindicalmente. Esto ha generado una fractura en las filas de los trabajadores, entre aquellos sindicalizados y con trabajos formales, y los que están precarizados. En 2005, en América Latina, los salarios de los que tenían cobertura social eran al menos dos veces más altos que los salarios de quienes no tenían cobertura (CEPAL 2006).

Por otra parte, con la mejora de las condiciones económicas de la clase trabajadora, pueden mejorar las condiciones de vida de los sectores pauperizados. De todas formas, siempre hay que tener en cuenta que la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera es una consecuencia de la mejora en la acumulación. Como sostiene Marx en el capítulo 23 de El Capital, la variable independiente es la acumulación del capital, y la tasa salarial la variable dependiente. La recuperación no se produce porque mejoran los salarios (como pretenden los teóricos subconsumistas), sino los salarios mejoran porque se recupera la economía.

Por último, digamos también que en esta cuestión pueden incidir los intereses del capital, relacionados con la necesidad de mantener y reproducir una fuerza de trabajo que en el futuro esté en condiciones de ser explotada. La desnutrición infantil, la falta de escolarización, de atención sanitaria, etc., deterioran la fuerza de trabajo, y  para el capital esto representa una pérdida potencial de plusvalías futuras. Refiriéndose a la malnutrición infantil en India, The Economist dice:

“La malnutrición significa una pesada carga para India. (…) Los niños que están mal nutridos tienden a no alcanzar su potencial, físico o mental, y se desempeñan peor en la escuela. Esto tiene un impacto directo en la productividad: el Banco Mundial reconoce que en los países asiáticos de bajos ingresos los deterioros físicos causados por la malnutrición significan un recorte del 3% del PBI” (The Economist, 25/09/10).

En Argentina, por ejemplo, la clase dominante tomó con preocupación el aumento de la desnutrición infantil, debido al deterioro que implica a largo plazo para la futura fuerza de trabajo. También existe mucha preocupación por el bajo nivel de la enseñanza, y la crisis educativa general.

Lógicamente, asimismo existen cuestiones relacionadas con la legitimación de los gobiernos, y del aparato del Estado. Las noticias sobre la muerte de niños por desnutrición, o enfermedades relacionadas con la pobreza extrema, a veces golpean a las buenas conciencias, y obligan a actuar a los gobiernos. Marx se refería al “componente moral” que existe en la determinación del salario; esto se puede extender seguramente a las decisiones atinentes a planes sociales y de socorro frente a algunos casos de extrema penuria y hambre.

Plusvalía e independencia de clase

En base a lo expuesto, podemos concluir que la mejora del salario en América Latina no se ha debido a que subió la fracción de la burguesía “amiga de los trabajadores”, sino al cambio en la situación económica del capitalismo. La mejora económica del capitalismo tampoco se produjo porque hubiera tomado las riendas la fracción “industrialista” o “productiva” de la clase dominante, sino porque los “ajustes” aplicados al calor de la larga crisis de los ochenta y noventa, permitieron restablecer las condiciones para la extracción y reinversión de la plusvalía. En este respecto, el enfoque “catastrofista” no puede responder a quienes se alinean, con argumentos de izquierda, con las burguesías “nacionales y progresistas” de América Latina.

El marxismo puede dar una explicación coherente de lo sucedido. Entender la naturaleza del salario, y su relación con la plusvalía, y con el ciclo capitalista, es esencial para una política y una estrategia que tenga como centro la independencia de clase. De aquí también la importancia política que cobra la lectura de “El Capital”. En particular, se puede explicar por qué las clases dominantes en América Latina, y el capital internacionalizado, no tienen ningún interés en promover golpes militares. Los negocios marchan aceptablemente bien, con las lógicas tensiones y conflictos entre fracciones o clases de cualquier país capitalista. También se puede comprender por qué la clase capitalista que apoyó, en prácticamente todas sus variantes, los «ajustes» de los noventa, tome como modelos a imitar a gobiernos «izquierdistas», como el de Lula o Tabaré, o a los gobiernos «socialistas» de Chile.

En cuanto a la crítica marxista, es importante tener en cuenta que la misma no pasa por sostener la tesis, falsa, de que los salarios bajan siempre. Lo esencial de la teoría de Marx, como señala Rosdolsky (y Rosa Luxemburgo) es el descubrimiento de que el sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, donde la tasa de explotación puede aumentar a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, sin importar si el obrero recibe una mejor o peor paga. Este es el punto de partida para sostener una política de independencia de clase frente al capital y su Estado.

Textos citados

Bonelli, R. (2002): “Labor Productivity in Brazil During the 1990s” Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada, IPEA.

CEPAL (2010): «Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe».

CEPAL (2008): «Panorama social de América Latina y el Caribe».

CEPAL (2006): «Panorama social de América Latina».

CEPAL (2005): «Estudio Económico de América Latina y el Caribe».

CEPAL (2003a): «Panorama social de América Latina y el Caribe».

CEPAL (2003): «Estudio Económico de América Latina y el Caribe».

Contreras, D. y Gallegos, S. (2007): “Descomponiendo la desigualdad salarial en América Latina: ¿Una década de cambios?”, CEPAL

Medialdea García; B. (2003): “Un caso ‘exitoso’ de ajuste y estabilización: inestabilidad financiera y regresión social en la economía brasileña”, Departamento de Economía Aplicada I, Universidad Complutense Madrid.

Rosdolsky, R. (1983): Estructura y génesis de El Capital de Marx, México, Siglo XXI.


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Crecimiento, catastrofismo y marxismo en América Latina

Written by rolandoastarita

17/11/2010 a 19:29

Publicado en Economía

25 respuestas

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  1. Caramba, me dejaron este link en el último post de mi blog, que trata justo el mismo tema: Aunque no lo comparta en su totalidad, me parece muy interesante el análisis.

    Yo sí creo que existe un sector «mercadointernista» de la burguesía, aunque se manifiesta sólo como una mera tendencia surgida en momentos favorables; no debido a un plan, ni a que sea una burguesía «buena» o «nacional» sino simplemente a que éste es un buen momento para que determinado sector haga negocios que redundan en un alza del empleo y otras variables.

    Lo que echo en falta en este buen análisis es una conclusión acerca de la estrategia que la izquierda marxista debería asumir frente al fenómeno populista ¿Oposición frontal y caracterización de «continuismo» o transacción con algunos de sus aspectos progresivos?

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    Jack Celliers

    18/11/2010 at 02:21

    • Gracias por los comentarios. Acabo de agregar a la nota unos datos que me habían quedado; y un párrafo al final sobre la importancia política de la teoría de la plusvalía.
      Yo también pienso que hay fracciones de la clase capitalista más volcadas al mercado interno que otras. No pienso sin embargo que esto se deba a alguna vocación «nacional». Por ejemplo, las compañías telefónicas están volcadas al mercado interno, pero en su mayoría están controladas por capitales extranjeros. Acerca de la política marxista, pienso que merece un tratamiento específico. Entre otras cuestiones, en Argentina se da la circunstancia de que no necesariamente el gobierno se ubica siempre a la izquierda de la oposición burguesa en lo que respecta a las demandas de la clase trabajadora. El panorama es bastante más complejo que eso. Una táctica marxista debería tener como centro la independencia ideológica y política de clase, pero al mismo tiempo aprovechar las contradicciones entre las fracciones de la clase dominante (Marx alude a esta táctica en El Capital, cuando se refiere a la manera en que la clase obrera inglesa avanzó en la lucha por la jornada de trabajo).

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      rolandoastarita

      18/11/2010 at 09:29

  2. Muy clara la nota Rolando. Creo que tu interpretación del salario es la única que realmente «cierra», en relación a las variadas interpretaciones (pseudo?) marxistas en pugna.

    Ahora una cuestión más concreta: no ves un cambio en la fracción del capital más beneficiada luego del 2002? O lo hay pero no es relevante para el análisis?

    Puede ser que hasta sean los mismos tipos (que no es lo importante, claro) pero en todo caso -si considerás que corresponde- habría que dar cuenta de una cierta «lógica común» del capital financiero e industrial en nuestro país.

    En relación al comentario de arriba me parece que eso permitiría avanzar con una mejor definición de las fracciones de clase dominantes y fundamentalmente de sus fricciones, de manera de permitir potenciar la acción consciente de los trabajadores frente a las mismas.

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    juan

    18/11/2010 at 15:04

    • Acerca de los análisis en términos de las «fracciones del capital», no niego que existan tensiones y roces importantes, incluso a veces conflictos abiertos. Pero sí pienso que son más complejos y cambiantes de lo que muchas veces se lo presenta en algunos análisis de la izquierda (o del progresismo «nacional»). Por ejemplo, la idea de que en los 90s la hegemonía era del sector financiero, que en los 2000 pasó al sector industrial, etc. En principio por lo que decís, hay una cierta lógica común a todas las fracciones del capital, financiero e industrial. La razón de fondo es que ambos se nutren de la misma fuente, la plusvalía. Esto es elemental, pero muchas veces se olvida. Por ejemplo, los capitales líquidos que invierten en la Bolsa de valores solo puede valorizarse si le va bien a las empresas en las que invierten; y la mayoría de las empresas que cotizan en Bolsa son productivas. Lo mismo sucede con el capital dinerario que invierte en obligaciones negociables, etc.
      Por otra parte, hay que tener en cuenta que las fracciones del capital muchas veces no están claramente delimitadas, debido a la importancia que adquieren los conglomerados diversificados (esto es, en actividades muy diversas). Quienes estudian la relación Estado – empresas señalan al respecto que en los países en desarrollo hay una tendencia a la conglomeración para diversificar el riesgo. Además los capitalistas se diversifican (siempre según estos trabajos) para aumentar su influencia en la política; por ejemplo en México. De esta manera también tiende a imponerse una demanda de que el Estado intervenga a favor de los intereses del capital «en general».
      Volviendo ahora a Argentina, la manera en que se han venido modificando las alineaciones, y las propias demandas de las fracciones del capital, nos muestra también esta complejidad. Por ejemplo, la Federación Agraria estuvo con Kirchner desde 2003 hasta inicios de 2008. Con la 125 se abren dos años y medio de conflicto; pero ahora vuelve a haber un acercamiento a la negociación con el gobierno, y se distancia de la Soc. Rural.
      La UIA estuvo con el Gobierno, pero tomó una cierta distancia en 2009; y ahora vuelve a acercarse, posiblemente de acuerdo con la propuesta de «acuerdo social» que estaría promoviendo CK. Las cámaras de la Construcción, Comercio y Bancos nunca tuvieron una posición crítica con el Gobierno de los K. Los bancos han realizado muy buenos negocios, y siguen haciéndolos (los ha favorecido mucho la suba de los bonos). Observemos que el pago de la deuda externa no fue cuestionado por ningún sector importante de la clase dominante. Se cuestionaron formas del pago, no el pago; ahora mismo hay acuerdo en arreglar con el Club de París. Banca, industriales y sector comercial están de acuerdo en esto.
      Un caso interesante es el de infraestructura. Para mantener el tipo de cambio real alto, el Gobierno congeló tarifas desde 2003 y subsidió al sector. La rentabilidad bajó en muchas empresas (se puede ver en los balances de Bolsa de las empresas de gas y eléctricas). Pero bajó la inversión. Como resultado, el propio sector industrial que se veía favorecido por el congelamiento de las tarifas, está pidiendo ahora que se arregle el problema, porque sin infraestructura la industria se ve perjudicada.
      Por último, hay una cuestión que sí genera muchos enfrentamientos, y es la manera en que se resuelven conflictos en torno a la distribución de la plusvalía. El capital «en general» se inclina por los mecanismos de mercado. Esto puede chocar con fracciones particulares del capital, que en una determinada coyuntura, pueden lograr beneficios a través de una intervención estatal. Pero aquí tampoco los alineamientos se dan siempre en torno a ramas de actividad. A veces pueden estar motivados por enfrentamientos más «de superestructura», políticos. Por ejemplo, la ayuda que ha dado el Gobierno a algunos grupos del sector de las comunicaciones (Electoingeniería, Haddad) en detrimento de otros (notoriamente Clarín).
      Sectores de la izquierda pro K tienden a eliminar estas complejidades para fabricarse un esquema «Gobierno popular y nacional versus grupos de poder» (como si el único «grupo de poder» fuera Clarín), que es funcional a su táctica política; pero no resiste ningún análisis serio, en mi opinión.

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 09:23

  3. Rolando, si tomamos como ejemplo la Argentina, la pobreza hoy, medida como se la medía antes de la intervención al INDEC, sería de alrededor del 25% de la población total. Esto es unos 5 veces más que la que existía a mediados de los ’70. El aumento de la pobreza es monumental en el largo plazo.

    Cuando se va Gelbard en 74 la tasa de desocupación era 2,9% si mal no recuerdo. Se puede interpretar que era puramente «friccional». Hoy es del 8% y no pocos economistas consideran a esto «pleno empleo técnico».

    La indigencia ni hablar. A mediados de los ’70 no existía. Hoy hay millones de indigentes.

    La precarización laboral: a mediados de los ’70 era insignificante, creo que 15% de tarbajadores no registrados. Hoy en el sector privado es el 45%.

    Algo ha pasado en el capitalismo argentino para que ocurriera esto en un proceso de 35 años aproximadamente. Y esto no lo han podido torcer todos los períodos de crecimiento económico y aumento de la productividad que hubo en la Argentina en ese lapso.

    Respecto al tema productivo. En argentina desaparecieron desde M. de Hoz ramas enteras de la industria, por ej., la eléctrica.

    Es evidente que hubo una reconversión que reemplazó una modalidad de producción por otra, pero esta reconversión generó efectos sociales bastante notorios por lo negativos.

    Respecto al tema de las finanzas. La ley de entidades financieras del ’77 introduce una clara ruptura con la ley del ’74, me parece a mi, lo cual facilita especulaciones enormes (origen de la deuda externa argentina).

    Teniendo en cuenta estas cosas, veo que los ciclos de mediados de los ’70 hasta hoy son de naturaleza diferente a los de antes de los ’70 y los efectos sociales son diferentes.

    También veo que el capitalismo global cambia a partir del ’71 con la desconexión de Nixon del U$S respecto al oro y el aval a los tipos de cambio flotantes en la conferencia monetaria de ’75 que facilitaron enormes movimientos especulativos con los diferenciales de cambios y tasas de interés.

    Me parece claro que Argentina, socialmente hablando, sufrió los efectos de un cambio en la inserción al capitalismo global a partir de mediados de los ’70, con notorio resentimiento de las actividades cuya rentabilidad se basaba en el mercado interno y la fortaleza del salario.

    Yo creo que este proceso se dio, a grandes rasgos, en toda A. L. con mayores o menores diferencias.

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    oti

    19/11/2010 at 11:07

    • Este gráfico (del blog econserialcronico) es bien claro sobre ese «cambio estructural» que menciona oti, enfocado al mercado de trabajo industrial…

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      juan

      19/11/2010 at 12:16

    • Estaba enviando el comentario a Oti, y apareció el tuyo. Acuerdo con Oti en que la precarización y fragmentación del trabajo es una tendencia de largo plazo, que parece haberse «asentado». Interpreto que es fundamental para el capital, para debilitar a la fuerza del trabajo. Politicamente la lucha contra la precarización parece central para las fuerzas del trabajo y de izquierda.
      Con respecto al gráfico, se puede ver muy bien cómo se produce un quiebre en el aumento de la productividad. Tiene que haberse producido un aumento importante de la plusvalía relativa.

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 12:35

    • Tu comentario me hace ver que tengo que hacer algunas precisiones en la nota. En especial destacar que las reformas neoliberales en América Latina empezaron antes de los 90s. Sucede que solo terminan de consolidarse y efectivizarse en los 90s. Pero el ataque comienza en medio de la crisis; y en Argentina en realidad en 1975, con el Rodrigazo (la política que se pretendió aplicar en ese momento luego es desplegada por la dictadura).

      Por otra parte, acuerdo con vos en que en Argentina el deterioro con respecto a los 70s (antes de la dictadura) es notable. Es tendencial. Lo he planteado en otros escritos. De todas maneras el centro de mi nota es mostrar que la pobreza y la miseria no aumentan permanentemente; durante períodos retroceden, con las fases alcistas del capital.
      Pero además, con respecto a América Latina, no se advierte en el largo plazo una evolución cada vez peor de los indicadores sociales. No es igual que Argentina. Según un cálculo de CEPAL, para América Latina y el Caribe, en 1960 el 51% de los hogares eran pobres; en 1970 lo era el 40%; en 1980 el 35%; en 1986 (año en que termina este estudio) lo era el 37%. Según otro documento, pero esta vez paa América Latina, en 1970 el 45% de los hogares eran pobres; en 1980 el 35%; en 1990 el 41%; en 1997 el 36%.
      También según CEPAL, la población pobre en América Latina era, en 1980 el 40% del total; la que estaba en pobreza extrema el 19%. No se puede sostener que hoy la pobreza (en relación al total de población) es mayor que en 1980 (y este año marca el fin del período que globalmente podemos llamar «keynesiano» en América Latina).
      Otros índices nos muestran también que no hay un deterioro permanente y absoluto a lo largo de décadas. Por ejemplo, la población sin servicios de saneamiento en América Latina era, en 1980, el 54% del total; en 1997 el 32%.
      La esperanza de vida también es un indicador. En 1950-5 la esperanza de vida en América Latina era 51,8 años; en 2000-5 había subido a 71,9. Es en este respecto que sostengo que la crítica al capitalismo debe hacerse desde otro abordaje del que acostumbra buena parte de la izquierda. Por este motivo también pienso que el concepto de Marx de plusvalía relativa, y su noción de pobreza, es fundamental para la crítica.

      Acerca de los cambios que ocurrieron en el capitalismo argentino, o mundial, es imposible responder en un espacio corto. De todas formas, con respecto a la cuestión de la predominancia financiera en Argentina, en otra nota de este blog (referida a mitos de los tiempos K) muestro que la acumulación articulada en lo financiero solo dura el períodos de Martínez de Hoz. Termina estallando porque el capitalismo no puede acumular en base a lo financiero. A nivel mundial, por otra parte, no veo que haya habido una acumulación basada en lo financiero. He criticado esta idea en otros escritos.
      En este blog he presentado datos que desmienten esa tesis. Reconozco que es muy popular en la izquierda, pero no le encuentro sustento empírico; ni tampoco fundamento teórico. Los movimientos especulativos solo implican pase de ganancias o pérdidas entre fracciones del capital, particularmente dentro del mismo capital financiero, o dinerario. La idea de Chesnais sobre que el capital financiero de conjunto puede incrementar sus ganancias especulando en el corto plazo, es equivocada. No hay manera de sostener esto.

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 12:30

  4. Noto que, a nivel mundial, la inversión en la economía llamada real depende de la existencia de burbujas especulativas formidables. Y cuando estas burbujas conducen al estallido, paga la economía real del mundo. Basta ver los ajustes en USA y Europa, y cómo está aumentando la cantidad de pobres en USA, por ej. Antes, pagaban los países de la periferia.

    Me parece, si no recuerdo mal, que el crecimiento de posguerra en Occidente hasta, digamos 1973, con la crisis del petróleo, fue mucho más duradero y mayor que el posterior a esa fecha hasta la actualidad. Es decir que antes la economía real no dependía de la existencia de burbujas especulativas.

    Yo no sé cómo se relaciona esto con el debate al interior del marxismo acerca del predominio de las distintas fracciones del capital. Pero no me cabe duda que el capitalismo global post ’73/’75 es muchísimo más especulativo que el capitalismo anterior y, esto, tiene impactos en la economía real.

    No estoy suscribiendo ninguna tesis, simplemente señalo lo que me parecen fenómenos nuevos por lo menos, desde mediados de los ’70 a esta parte.

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    oti

    19/11/2010 at 14:15

    • No entiendo por qué decis que la inversión en la economía real depende de la existencia de burbujas especulativas. Más bien sucede lo opuesto. Las burbujas especulativas dependen de la plusvalía que se genera en el trabajo productivo. Las crisis no se producen solo porque estallen burbujas financieras. Ha habido estallido de burbujas financieras (ya las registraba Marx, tenemos ejemplos en el siglo XX como el estallido de octubre de 1987) que no generan crisis en la economía real. Entiendo que la idea de que la crisis de 2007 se debió a la especulación financiera ha sido muy defendida por Krugman, y otros autores ortodoxos; así como por parte de la izquierda. Pero esta explicación pasa por alto los problemas de la acumulación del capital que estaban ocurriendo desde antes en EEUU.
      Acerca del capitalismo anterior a 1973, es cierto que ha venido aumentando tendencialmente la participación del sector bancario y financiero en la economía de EEUU (y de otros países adelantados, aunque los datos sobre esto último no son tan claros) desde 1940. Es importante destacar que tuvo un aumento más o menos continuo durante la etapa keynesiana. Pero esto se debe a que con la acumulación del capital se extiende inevitablemente el sistema de crédito. Ya había sucedido antes de la crisis del 30. En los 30 el sistema de crédito se hunde, y luego se va recuperando. Es natural que suceda esto en el capitalismo; Marx ya lo había señalado. Los datos son que desde 1950 a 1982 la participación del sistema financiero en EEUU aumentó casi un 40%; pasó del 11,4% del PBI al 15,9%. Luego, durante el período de dominio neoliberal, de 1982 a 2007, aumentó otro 30%; pasó del 15,9% al 20,7%. No se aprecia por lo tanto un cambio de tendencia con la llegada del neoliberalismo, sino una continuidad dentro de la misma línea. Por otra parte, en este blog he presentado una nota en la que muestro que el sector financiero no obtuvo tasas de ganancia sistemáticamente más altas que el sector productivo en los paises desarrollados.
      De todas maneras la discusión de fondo es sobre la tesis de que en los últimos años solo hubo parasitismo, que no hubo real acumulación o expansión de las fuerzas productivas del capital. Es una idea muy extendida en la izquierda. Pienso que está equivocada. Los datos no la avalan. Doy algunos: entre 1982 y 2008 el PBI de EEUU creció, en términos reales, un 125%. La inversión privada fija no residencial subió 150% entre 1991 y 2008, siempre en términos reales. La producción industrial de conjunto creció 90% entre 1990 y 2006; la producción de maquinaria industrial creció 132% entre 1990 y 1999. La capacidad de la industria en total aumentó 64% entre 1990 y 2006; la de la manufactura aumentó 73%. La composición de capital de las corporaciones aumentó entre 1990 y 2000 87,5%, y casi otro 17% entre 2002 y 2006.
      Es cierto que Japón estuvo estancado desde 1992, y que las economías europeas crecieron a una tasa no muy alta (aunque en términos del PBI por habitante no quedan tan lejos de EEUU). Pero aun con esto, de conjunto hubo aumento de las fuerzas productivas. La formación de capital fijo creció en los países industrializados a una tasa anual del 3,4% anual entre 1989 y 1998, y al 2,6% entre 1999 y 2008.
      Por otra parte el PBI mundial creció a una tasa anual del 3,2% entre 1989 y 1998, y al 4,4% entre 1999 y 2008. Los países en desarrollo crecieron al 3,8% anual en el primer período, y al 6,5% en el segundo. Los industrializados al 2,6% promedio en ambos. En términos de PBI por habitante, el crecimiento en 2003 /2007 fue mayor que en los cinco años de mayor crecimiento de la década de 1960. China ha estado invirtiendo a una tasa equivalente al 40% de su PBI. Se ha calculado que la inversión en infraestructura de China en la década del 2000 fue mayor que toda la inversión en infraestructura del siglo XX. El conjunto de los países subdesarrollados invirtieron, en términos del PBI, el 31,4% entre 1986 y 1993, y el 32,4% entre 1994 y 2001. Todo esto no se puede explicar por las burbujas. Insisto, las burbujas no generan plusvalor, y para aumentar el capital fijo hay que invertir plusvalor.
      Todo apunta a que hubo un desarrollo de las fuerzas productivas, y que la crisis se engendra por ese mismo desarrollo. Es una crisis de sobre acumulación. Pero hay sobreacumulación de capital porque hubo producción y sobreproducción. Esto es imposible de captar con la idea de que todo fue un producto de las burbujas financieras.

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 16:28

    • Marx también dice que el capital financiero genera la ilusión de ser «capital que se valoriza a sí mismo» y explica que lleva intrínseca la tendencia a separarse del proceso de producción (y extracción de plusvalía!). Lograr D-D´ sería el paraíso del capital, claro.

      Ahora, quedarnos con eso o decir que «hay una tendencia anterior» aporta, pero falta para terminar de analizar la situación actual…

      En definitiva lo que estoy pensando es: post-70s la desregulación financiera (tremenda inestabilidad de tasas de interés y tipos de cambio) no mete «ruido» a la acumulación de capital productivo?

      En este caso sería al revés de lo que se plantea en el otro comentario. No veo cómo las burbujas mueven la inversión, realmente. Por el contrario sí creo que pueden ser un freno o una «trastorno» para el proceso. Tiene que ver con que esa expansión del sistema de crédito -que vos marcás- no tiene por objetivo financiar la acumulación «física» sino reinvertirse en más papeles y multiplicarse ficticiamente. Entonces, en el medio se alteran las condiciones de financiamiento del capital productivo y al final cuando estalla las crisis todas las fracciones la sufren.

      Otra pregunta: en tu opinión, cuáles son «los problemas de la acumulación del capital que estaban ocurriendo desde antes en EEUU»? Publicaste en el blog al respecto?

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      juan

      19/11/2010 at 19:44

    • Estuve pensando en colgar en el blog un trabajo sobre la crisis que escribí el año pasado, pero es demasiado largo. Hay una versión en mi página web, en el rubro «Novedades» (aunque ya no es novedad); el título es «La tasa de ganancia y las crisis en el análisis marxista». Se complementa con el texto sobre la t. de ganancia y el teorema Okishio.
      Acerca de la desregulación financiera, el tema es no verla como un hecho autónomo. Por ejemplo, muchos autores (por ejemplo los poskeynesianos) piensan que la desregulación financiera fue impuesta por el capital financiero en un mundo que funcionaba bastante bien, con los controles estatales; y a partir de esa desregulación, comenzaron los problemas. En mi opinión la secuencia fue distinta. Hacia fines de los 60s los crecientes problemas en la acumulación del capital y los desequilibrios en el mercado mundial llevan a la crisis de Bretton Woods; la internacionalización financiera ya estaba en ascenso (los bancos de EEUU incluso saltan regulaciones nacionales para expandir el mercado del eurodólar); todo lo cual lleva al estallido del sistema de paridades fijas y patrón cambio oro. La crisis se profundiza en los 70s y la salida del capital es intensificar la internacionalización (respuesta a la crisis muy distinta a la del 30). Aumentan entonces los flujos de capitales internacionales (no solo especulativos), así como el mercado mundial. La apertura financiera de los países es un resultado de la presión de los propios capitales, que se están internacionalizando. Algo de esto incluso se aplicar a la apertura financiera de países con fuerte intervención estatal, como Corea del Sur; C del S abrió sus mercados en los 90s, antes de la crisis, pero por presión de los mismos conglomerados industriales, que buscaban financiación internacional.
      Un comentario acerca de las explicaciones de las crisis por lo financiero. Muchos piensan que se trata de una explicación característica de la izquierda, y «radical». El hecho es que en los 30s la explicación de las crisis por lo financiero era patrimonio de economistas de la derecha. Especialmente la escuela austríaca; pero también en la tradición de Wicksell. La idea era que las crisis eran un producto de la codicia financiera, y de la falta de regulación del Estado. Si se corregían esos problemas, el capitalismo funcionaría a la perfección. Luego, en los 70s, Minsky reflota la explicación de las crisis por lo financiero. En Minsky esto era lógico, ya que adhería a la teoría de Kalecki. Para Kalecki los monopolios fijan los precios, y por lo tanto no hay razones para que la tasa de rentabilidad caiga. Por lo tanto no hay causas endógenas para que haya una crisis de acumulación. De ahí que Misnky elaborara una explicación de las crisis por causas puramente financieras, por el crédito. Frente a la crisis de 2007 las explicaciones financieras volvieron de la mano de buena parte del establishment económico. Por ejemplo, en Krugman, editorialistas del New York Times, o del Wall Street Journal. Y también las avanzaron sectores de la izquierda, algunos pensando que hacían una crítica muy subversiva. En Argentina, además, dieron esa interpretación gente del gobierno. La conclusión que siempre se saca de esta explicación es que basta controlar la codicia de los banqueros para que el capitalismo funcione bien. Discuto algo de esto también en la nota «Parches en Wall Street».

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      rolandoastarita

      20/11/2010 at 11:42

  5. Hola a todos. Rolando, muy buena la nota y al resto, buena intervenciones.
    Dejo un comentario corto.
    Creo que el mesuramiento del salario no puede ser sino objetivo. En eso pienso que estaremos de acuerdo todos. Pero hay algo que creo habría que retomar y es el tema del «sentimiento de pobreza». No lo planteo como cuestión de subjetivismo, es decir, poder decir «yo soy pobre porque me siento pobre», etc., sino más bien, comprender que el acrecentamiento del diferencial material que se genera a medida que avanza el capital productivo es notorio para quienes viven el día a día con su explotador y lo ven crecer materialmente más de lo que crece el mismo explotado. (Marx lo explica mucho mejor en «trabajo asalariado y capital»).¿Así como percibimos las diferencias de cada estapa histórica podemos percibir, específicamente, cada etapa histórica de la situación de clase?. Si es cierta la tesis de las necesidades relativas: ¿puede el salario aumentar de tal manera que dentro de la sociedad la clase que los recibe perciba realtivamente más goce y más satisfección?

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    Ari

    19/11/2010 at 17:13

    • Acuerdo con tu punto de vista. Coincide con la idea de que la pobreza es relativa a la riqueza social generada. Marx sostiene precisamente esto cuando dice que si tengo una casita, pero al lado se levanta un palacio, mi casa pequeña se transforma en una choza. En 1950 si un trabajador no tenía una TV, no necesariamente era pobre. Actualmente, si no puede comprar una TV, aunque sea de calidad regular, es pobre. A medida que avanza la concentración de la riqueza en manos de la clase capitalista, la clase obrera es más pobre en relación a la riqueza que se genera en la sociedad. Esto además genera el potencial para una mayor contradicción. En cambio, en un cuadro de pobreza siempre creciente y pareja para todos (las fuerzas productivas están secularmente estancadas, etc.) puede haber contradicciones más atenuadas que en un país donde aumentan el PBI, pero al mismo tiempo aumenta la distancia entre la riqueza general, y la riqueza a la que acceden los asalariados. Esto explica por qué en lugares en que hay mucha miseria no necesariamente hay más lucha. o actividades críticas y revolucionarias. Por el contrario, muchas veces protagonizaron movimientos revolucionarios, o por lo menos grandes protestas sociales, sectores obreros que no estaban sumidos en la miseria. Los trabajadores alemanes de los Consejos de 1918 eran calificados, y bastante bien pagos. Los trabajadores del Cordobazo argentino idem.
      Agrego: incluso cuando hay una mejora en el nivel de vida puede haber más capacidad para desarrollar un pensamiento crítico, leer textos «subversivos», etc. También se da el caso que cuando hay extrema miseria la gente puede perder hasta la noción del grado de privación en la que está inmersa. .

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 17:53

  6. Rolando, digo que la producción depende de las burbujas especulativas en el sentido siguiente:

    Por ej., varios grandes bancos occidentales y conglomerados son acreedores nominales de sumas que no caben escribirla en este espacio. Esas sumas los deudores no las pueden pagar ni se van a pagar. Tendría que haber 30 o 40 PBI mundiales para pagarlas. Cuando no se puede refinanciar o se pincha la burbuja o se crean nuevas burbujas o una mezcla de las dos cosas.

    Los hechos demuestran hoy que esas tácticas no reaniman la economía real ni en Europa ni en USA.

    Hay deudas nominales que no se pueden pagar.

    Mejor dicho, se podrían pagar a «costa del hambre y la sed» no de los argentinos sino del mundo entero.

    Esas deudas, la mayor parte, es producto de apuestas («derivados») especulativas.

    No veo cómo la economía real pudo dar origen a deudas que no pueden ser pagadas con economía real.

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    oti

    19/11/2010 at 19:01

    • Hay varias cuestiones que habría que separar. Primero, los activos de los bancos que son incobrables no representan 30 o 40 veces el PBI mundial. Es mucho menor la cifra. En algunas notas las he puesto, por ejemplo en la situación de coyuntura de la economía mundial. En este punto, además, no hay que confundir los valores de los nocionales implicados en los derivados, de los valores que realmente se transaccionan. Es un error frecuente que cometen algunos autores cuando hablan de la financiarización.
      Segundo, es totalmente cierto que durante una crisis no se pueden pagar muchas deudas, y por eso hay quiebras de empresas y bancos. Una crisis es eso, una inmensa desvalorización del capital. Ahora bien, esto ocurre no porque no se haya acumulado o producido en los años previos a la crisis, sino porque hubo mucha acumulación, y ésta terminó en sobreproducción y sobreacumulación. Por eso cuando llega a una determinada fase del ciclo, los capitalistas dejan de invertir; esto frena la demanda, las mercancías se acumulan sin vender, y los bancos o prestamistas que han estado financiando la producción no pueden cobrar. Esta situación ya ha sucedido en el capitalismo. No es nueva. Es típico de toda crisis.
      Pero por esto mismo hablamos de crisis y recesión. No hay crisis permanente. No hay tampoco sobreproduccion crónica. La idea de la sobreproducción crónica (esto es, una o dos dácadas, o más) la he visto en varios textos de la izquierda. Es una idea absurda, porque no hay manera de que las empresas mantengan stocks de mercancías sin vender durante décadas, y sigan invirtiendo y acumulando, y tomando deudas creciente a través de los años para mantener esos stocks sin vender (fijate que discuto algo de esto en una nota que hace referencia al planeta endeudado). Tampoco habría prestamista dispuesto a algo así.
      Por otra parte, acuerdo con vos en que las inyecciones monetarias por sí mismas no reaniman a las economías en crisis. Pero esto sucede por la misma razón por la cual no se puede concebir que las especulaciones financieras, o las inyecciones monetarias, sostengan la producción durante años, y a nivel mundial.
      Por último, no creo que la mayor parte de las deudas sean el producto de apuestas en derivados. Algunos fondos tomaron prestado para apostar en derivados, pero no es esto lo que llevó a la crisis a los grandes bancos de inversión. Por otra parte, la imposibilidad de AIG y de otras aseguradoras de cumplir los contratos en swaps contra default (CDS en inglés) se debieron a la caída de los pagos de los prestatarios, especialmente los hipotecarios. Lo explico con un ejemplo sencillo. Cuando fue la crisis de Enron y Worldcom también había empresas que habían asegurado préstamos de bancos a Enron y Worldcom con CDS. Al quebrar entonces Enron y Worldcom, los bancos ejecutaron los CDS y las aseguradoras perdieron. Pues bien, las pérdidas no se debieron en lo esencial a la existencia de los CDS, sino a que Enron y Worldcom no pudieron continuar con el ciclo de negocios. Tal vez se pueda decir que los bancos prestaron menos atención a la situación de las empresas porque tenían asegurados los préstamos con CDS. Sin embargo no veo cómo se puede sostener que la crisis se debió a la existencia de este derivado. Lo mismo podría decir de otros derivados, como futuros, swaps de intereses o materias primas, y opciones.
      Aclaro además otra cuestión relacionada: no es cierto que todos los que operan con derivados lo hagan por motivos de especulación. Muchas empresas toman posiciones en derivados para proteger sus operaciones. Casi siempre en los mercados de derivados hay una parte que toma una posición de protección, y «la otra pata» la posición especulativa.

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      rolandoastarita

      19/11/2010 at 20:00

  7. Una aproximación científica al problema podría ser medir los agregados monetarios, los financieros y alguna clase de métrica para los agregados físicos. Y ver el comportamiento funcional de los 3 agregados.

    Creo haber leído a un economista ruso que decía que la Reserva Federal estuvo imprimiendo a razón de 2 mil millones de U$S x día desde hace 30 y pico de años.

    Ahora, ¿las deudas no se puede pagar por la crisis o hay crisis porque los agentes ven que la deuda no se puede pagar?

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    oti

    20/11/2010 at 21:18

  8. Hola Rolando! Estuve informandome sobre gente que defiende el catastrofismo y me pareció llamativo el argumento que utiliza una tendencia del mismo. Esta argumentación consta de la siguiente manera: En los cilos de inversión y productividad, el capitalismo si desarrolla fuerzas productivas, tiene que desplazar mano de obra o desvalorizar su plusvalía, entonces los productos de este aumento de productividad en base al desarrollo de las fuerzas productivas trae una caída de la plusvalía, entonces en cadena se desataría una caída de la Tasa de Ganancia. Cuando el capitalismo supera su próxima crisis, se vuelve a invertir, las fuerzas productivas se vuelven a desarrollar y vuelve a ocurrir lo mismo que expliqué antes, y de ahí uno de los factores que desencadenarían en algún tiempo (nunca aclaran cuando precisamente) las catastrofes del sistema. Generalmente esta tendencia es defendida por los seguidores de Iñigo Carrera…
    ¿Qué respondés vos a esta posición?

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    velezsarfield

    03/11/2016 at 11:39

    • Es una constante que durante las crisis se producen gigantescas desvalorizaciones de capital (capital productivo, mercancía, activos financieros). Esto sucedió en toda crisis capitalista desde que el capitalismo es capitalismo. No entiendo por qué, a partir de esto, se puede sostener que el capitalismo está secularmente estancado. Desde 1880, para poner una fecha, ha habido muchas crisis, con desvalorizaciones de capital masivas. Lo cual no significa que las fuerzas productivas (esto es, la capacidad de producir valores de uso) estén estancadas desde 1880. Por supuesto, el mismo razonamiento se aplica para otras grandes crisis, como la de 1930, o 1974-5. Es un disparate sostener que las fuerzas productivas hoy están al nivel de 1930 porque en el medio hubo caídas de la tasa de ganancia y desvalorizaciones de capital.

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      rolandoastarita

      03/11/2016 at 12:04

    • Yo creo que los defensores de Iñigo Carrera se enfocan en la cuestión de que el desarrollo de las fuerzas productivas trae desplazamiento de la clase obrera o abaratamiento de su fuerza de trabajo, y que por ende las mercancías son baratas y como la capacidad de consumo desciente, no pueden vender, entonces de ahí partirían diciendo que la tasa de ganancia baja, debido también al descenso de la plusvalía y la extracción de la misma. Es decir, los catastrofistas ponen hincapié en que el capitalismo no puede sostenerse con el abaratamiento o el desplazamiento de la fuerza de trabajo humana, porque no extraerían plusvalía.
      ¿Cómo encaja todo esto Rolando? ¿Qué contestarías vos ante este planteo del catastrofismo?

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      velezsarfield

      03/11/2016 at 12:50

    • Lo que explicás es la típica tesis del subconsumismo (en su especie más vulgar). Hasta ahora no he visto que se haya rebatido el argumento de Marx contra el subconsumismo. Básicamente, la realización del producto nunca puede depender del consumo de los asalariados. Si el valor agregado se compone de SALARIO + PLUSVALÍA, los asalariados necesariamente solo pueden consumir el equivalente al valor del salario. Esto es al margen de que se abaraten, o no, las mercancías que componen la canasta salarial (canasta que, por otra parte, varía con el desarrollo de las fuerzas productivas).

      Por eso también las crisis no estallan porque los asalariados restrinjan su consumo, sino porque en algunos puntos se frena el gasto de plusvalía (generalmente, se frena la inversión). Sobre subconsumismo, recomiendo el libro de Bleaney, Teorías de las crisis. En el blog he tratado algo del asunto aquí.

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      rolandoastarita

      03/11/2016 at 13:44

    • No la conozco, voy a chusmear el enlace que me pasaste. Bueno, la idea de los «iñiguistas» catastrofistas plantean esas dos cuestiones y las intentan articular para sostener lo de la tasa decreciente de la ganancia, que el desarrollo de las fuerzas productivas hace caer el costo de la fuerza de trabajo, y que por lo tanto las mercancías, al no tener plusvalor humano, caen en precios y se desata una crisis que lleva a una recuperación que nunca podría recuperar los niveles de la recomposición anterior (practicamente todo el trotskismo sostiene esto generalmente). El tema es que ellos (los defensores de las posturas de Iñigo Carrera) utilizan textos del Capital para sostener el catastrofismo y lanzarse a decir en el peor de los casos que «Marx era un catastrofista»… Yo leí tu contestación a las criticas en una charla de la que participó en Razón y Revolución, allá por el 2006, en un debate que la revista publicó, a la que luego argumentarían los seguidores de Iñigo que «se lee mal a Marx y por eso no se comprende su catastrofismo» ¿Siempre recurren a estas gambetas «argumentativas»? ¿De dónde viene todo esto?

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      velezsarfield

      03/11/2016 at 14:01

    • No conozco qué escribió la gente que llamás «iñiguistas». La producción de Iñigo Carrera la he criticado en relación a varios temas: concepción de trabajo potenciado y plusvalía extraordinaria en Marx; renta diferencial I; renta diferencial II; noción de productividad; diferencia entre interés y renta; distinción entre riqueza y valor; tipo de cambio; noción de clase obrera, entre otras cuestiones.

      Por otra parte, no utilizo el término «catastrofismo». Mi crítica es a la tesis trotskista (que según he visto, comparte el profesor Iñigo Carrera) que dice que las fuerzas productivas en el sistema capitalista están estancadas desde hace más de 100 años (desde 1914, más precisamente). Considero que es un disparate mayúsculo, pero a esta altura he renunciado a querer convencer a un trotskista de que el capitalismo se ha desarrollado desde 1914.

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      rolandoastarita

      03/11/2016 at 14:22

    • Les digo «iñiguistas» porque defienden la posición de Iñigo Carrera y su interpretación del Capital (la cuál me parece errónea y motivada por una creencia política o fe, lo explicaste muy bien vos en la respuesta a aquel debate que publicó Razón y Revolución en el 2006).
      El tema es que ellos se agarran de cualquier cosa a manotazos de ahogado para defender la tasa decreciente de la ganancia, como lo hicieron también Castillo y Albamonte en «honor al programa de transición». Entonces la intencionalidad de ellos es correrte con Marx, con fragmentos del Capital, y que las reflexiones de Marx posteriores son «borradores» o «A El Capital no lo pudo terminar», etc. Por eso consultaba con vos por esta «nueva» vuelta de tuerca que hacen para sostener esto con el consumismo, la desvalorización de los capitales, de la fuerza de trabajo, de la «pobre» extracción del plusvalor, y no puedo entender de dónde sacan todo eso.
      Estoy seguro yo también que convencer a un trotskista de que el capitalismo se ha desarrollado desde 1914 es una tarea exhaustiva y estresante. Pero al margen de eso quería escuchar una explicación de vos sobre estas nuevas ocurrencias del trotskismo y los «iñiguistas».

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      velezsarfield

      03/11/2016 at 15:10

  9. Acá hay una especie de resumen de las ideas de JIC sobre la crisis y los viajes de la renta también: http://marcoslopezarchivo.blogspot.com.ar/2016/03/juan-inigo-carrera-sobre-la-crisis.html
    Rolando, debido a las diferentes formas de interpretar la trayectoria de la TG, me preguntaba si en algún momento le interesaría hacer una artículo que señale las diferencias entre las formas de medirla por parte de quienes sostienen su tendencia declinante secular, y por quienes no ven esa tendencia. Saludos.

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    Ezequiel

    03/11/2016 at 18:18


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