Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Distintos enfoques sobre la globalización (2)

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En esta nota publico la segunda parte del trabajo sobre enfoques alternativos de la globalización.

La explotación mundializada del trabajo

Si la globalización es la extención mundializada de la relación capital-trabajo, el contenido de la misma es la profundización de la subsunción “real” del trabajo al capital. Por subsunción “real” Marx entendía el proceso mediante el cual el capital cambia y determina las formas del trabajo y sus condiciones reales (ritmos de producción, división del trabajo en el taller, etc.). A nivel mundial este proceso es impulsado por la lucha competitiva entre los capitales, para obtener el máximo de productos por unidad de trabajo. Es la ley de la producción capitalista desplegada, es el hambre incesante por la plusvalía, por aumentar el trabajo excedente. El capital ejerce su presión sobre el trabajo amenazando con no invertir en tal país, o con trasladarse a tal otro sitio, si no las fuerzas del trabajo no se allanan a sus exigencias. Por eso también vuelven a aparecer formas de explotación que nos llevan de vuelta a lo que sucedía en los orígenes del capitalismo industrial. Por ejemplo, en fábricas de China se imponen condiciones que pueden calificarse de sencillamente carcelarias. En muchas empresas los trabajadores no pueden hablar, ni levantarse de sus sitios para tomar agua o ir a los servicios sanitarios; las jornadas de trabajo se prolongan por 14 o más horas, y en muchos casos incluso la gente duerme en las empresas, y en condiciones extremadamente precarias. Las condiciones no son mejores entre trabajadores del vestido en India o Bangladesh, en las maquilas de México o Centroamérica, o entre los trabajadores que se dedican a las cosechas de limones o papas en Argentina. Pero también en los países adelantados. En los años 90 algunos intelectuales de izquierda y progresistas alentaron esperanzas en que los métodos de producción toyotistas (trabajo en equipo, involucramiento del personal en la resolución de problemas de calidad, etc.) traería una nueva forma de trabajo, no alienante y humana. La realidad es que en las empresas toyotistas son frecuentes turnos de trabajo de entre 13 y 15 horas, a menudo seis días por semana, en condiciones de stress que han llevado a muchos casos de muerte por exceso de trabajo, lo que en japonés de llama karoshi. Según organizaciones de defensa de los derechos laborales, solo en la empresa Toyota hasta unos 300 trabajadores sufren enfermedades serias, o mueren cada año, por causas relacionadas con el trabajo. A esto hay que agregar los trabajadores que son subcontratados por la empresa (muchos de ellos extranjeros) con horarios de hasta 16 horas por día y con salarios 50% menores que los trabajadores de planta. Estamos hablando de lo que se consideró el “paraíso” de los trabajadores en el nuevo siglo. Pero es tal vez en la magnitud y extensión que ha alcanzado el trabajo infantil donde mejor se puedan ver los efectos del capital desplegado. Según UNICEF, en el mundo trabajan unos 158 millones de niños de entre 5 y 14 años; de acuerdo a la OIT, serían 218 millones, de los cuales 128 millones realizan tareas peligrosas, y 73 millones tienen menos de 10 años. Muchos de ellos trabajan en minería, agricultura (el 70%, y a menudo desde muy jóvenes), confección de ropa, fabricación de juguetes, empresas químicas, o en el trabajo hogareño. Según el Banco Mundial, uno de cada siete niños o niñas en edad escolar no concurre a la escuela. Además, según la OIT (todos los datos corresponden al 2006), 22.000 niños mueren por año por accidentes de trabajo. Tenemos que agregar que 8,4 millones de niños están sometidos a relaciones de servidumbre por deudas o esclavitud o atrapados en las redes de la prostitución y pornografía. Y unos 300.000 están involucrados en conflictos armados. Es la civilización del capital mundializado en su esplendor. Esta creciente subsunción real del trabajo es la que pone en el primer plano la contradicción entre el capital y el trabajo como el rasgo distintivo de la época.

Globalización y progresividad de las contradicciones

En base a lo desarrollado hasta aquí es posible intentar una respuesta a las cuestión que más se debate actualmente entre los defensores de la globalización y sus críticos de izquierda. ¿Cómo debería evaluarse la globalización? Más específicamente, desde el punto de vista de una perspectiva crítica de la sociedad capitalista, y que aboga por la superación de las diferencias de clases, ¿es posible considerar que la globalización es un fenómeno históricamente progresivo? Hemos visto que los autores antiglobalización de izquierda responden por la negativa; la globalización, sostienen, solo ha traído calamidades, y es necesario revertirla. Sin embargo, también hemos explicado por qué la globalización es un proceso que está inscripto en la misma naturaleza del capital, y por lo tanto es inevitable, en tanto subsistan las relaciones sociales capitalistas. De manera que desde la critica de la izquierda antiglobalización, la única alternativa es defender lo nacional, las autonomías de los países y algo parecido a la “desconexión” del mercado mundial, pero desde una posición que aparece bastante debilitada, dada la ausencia de condiciones sociales en las cuales apoyar esta alternativa. Tal vez esto explique el retroceso que ha tenido el movimiento antiglobalización en los últimos años, desde mediados de los 2000. Durante la recesión mundial de 2007-09 hubo pocas manifestaciones del movimiento antiglobalización.

Sin embargo, desde el enfoque marxista que hemos presentado, es posible articular un abordaje crítico y superador de la globalización. Se trata del enfoque que permea todo el análisis de Marx frente al desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo (la mundialización es una expresión de ese desarrollo). La idea central es que si bien el desarrollo de las fuerzas productivas acarrea miseria para amplios sectores (pensemos por ejemplo en los artesanos que son enviados a la ruina por el avance de la gran industria; o los trabajadores que son desplazados por las máquinas), y conlleva explotación y degradación para millones (trabajadores sometidos a ritmos de producción infernales, o a tareas repetitivas y embrutecedoras), la solución de estos males no está en volver a la producción artesanal, en eliminar la gran industria y el trabajo cooperativo de decenas de miles, o en impedir el desarrollo de la maquinaria, sino en avanzar hacia la socialización. Si la maquinaria envía trabajadores a la calle, el problema son las relaciones sociales bajo las que se produce, y no la máquina “en sí”. La solución no pasa por volver al trabajo manual, sino por poner la máquina al servicio del ser humano, revolucionando las relaciones sociales existentes. Lo mismo se aplica a la industria a gran escala, y a otros resultados del desarrollo capitalista, como lo son el mercado mundial y la extensión a escala planetaria de la relación capital trabajo. Esta es la base material de la concepción internacionalista del socialismo, de la perspectiva de crear las condiciones para que en el futuro los seres humanos puedan dejar atrás las divisiones nacionales y las fronteras. Lenin participaba de esta idea cuando afirmaba que el impulso del capital a extender el mercado mundial “muestra palpablemente la labor histórica progresista del capitalismo, que destruye el viejo aislamiento y el carácter cerrado de los sistemas económicos (y por consiguiente, la estrechez de la vida espiritual y política) que liga a todos los países del mundo en un todo económico único” (Lenin, 1969, p. 61). Subrayamos, este reconocimiento es compatible, como también señala Lenin, con “el reconocimiento pleno de los aspectos negativos y sombríos del capitalismo, con el reconocimiento pleno de las contradicciones sociales profundas y múltiples inevitablemente propias del capitalismo, contradicciones que ponen de manifiesto el carácter históricamente transitorio de este régimen económico” (ídem, p. 609). Es por eso que la globalización puede considerarse un fenómeno históricamente progresivo, en el mismo plano y sentido que el marxismo considera que es progresiva la producción en gran escala, o el empleo de la maquinaria. No se trata de defender a la globalización capitalista frente al trabajo, sino de superarla en un sentido liberador para el trabajo. Así como en El Manifiesto Comunista Marx y Engels señalaban que había críticas reaccionarias del capitalismo, también hay críticas reaccionarias de la globalización.

La discusión con los apologistas de la globalización

Volvamos ahora a los argumentos del FMI, del Banco Mundial, del Washington Post o The Economist. Todos ellos sostienen que la globalización -en esencia, la mundialización del capital- ha traído beneficios para los países atrasados (“en desarrollo”, como se los conoce en la literatura), y respaldan esta afirmación con datos. Por ejemplo, entre 1990 y 2005 el porcentaje de la población de los países atrasados que vive con menos de us$1,25 diarios bajó del 46% al 27%. Esta caída se debe especialmente a la evolución de China, donde la tasa de pobreza pasó del 60% al 16% en ese lapso (China e India tenían el 62% de los pobres del mundo en 1990). El porcentaje de población de los países atrasados con nutrición deficiente entre 1990 y 2008 pasó del 20% al 16% (aunque aumentó a partir de 2008). El porcentaje de la población con acceso a servicios de agua mejorada pasó del 71% al 84% en ese lapso. Según el Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2010, el índice de desarrollo humano, que resume datos sobre esperanza de vida, matriculación escolar e ingresos en un solo indicador, aumentó en promedio un 41% a nivel mundial desde 1970, y un 18% desde 1990. “¿Por qué dicen que la globalización no es beneficiosa?”, concluyen triunfantes. En respuesta, los críticos de la globalización subrayan la persistencia de la miseria, la desocupación y calamidades del capitalismo. Lo cual también es innegable. Las Naciones Unidas reconocían en 2008 que más de un cuarto de los niños en el tercer mundo tenían bajo peso, que un sexto de la población no tenía acceso a agua potable, y que la mitad de la población no disponía de servicios sanitarios (o disponía de servicios sanitarios insalubres). Y la FAO admitía que en 2010, cada seis segundos moría un niño en el mundo, a causa del hambre. Además, en la última crisis mundial, 2007-2009, se destruyeron 34 millones de puestos de trabajo y 64 millones de personas cayeron por debajo de la línea de pobreza de 1,25 dólares por día (informe 2010 del PNUD sobre desarrollo humano). Y se puede afirmar que las crisis son recurrentes en el sistema capitalista, provocando inmensas calamidades y devastación en los seres humanos, y destrucción de las fuerzas productivas. A lo que los apologistas del capital responderán diciendo que de todas maneras, tendencialmente, hubo mejoras. ¿Qué puede decirse frente a estos argumentos desde el punto de vista que hemos defendido aquí?

La respuesta está en entender el carácter contradictorio del desarrollo capitalista. Empecemos precisando que la mejora en los índices de pobreza en China, o en otros países que han conocido una fuerte expansión capitalista en los últimos años, no invalida la teoría de Marx, como pretenden los ideólogos del capital. Es que en la teoría de Marx la masa de bienes salariales no depende solo de las necesidades fisiológicas, sino también de las necesidades histórico-morales de la clase obrera, y estas evolucionan con el desarrollo de las fuerzas productivas (véase también Mandel, 1985). Por eso ya Marx observaba que los salarios (en términos de bienes) eran generalmente más altos en los países con industrias más desarrolladas (aunque fluctuasen con los ciclos económicos y los cambios en la lucha de clases). Esto explica por qué, a medida que China y otros países del tercer mundo se industrializan, mejora la dieta alimentaria, y aumenta la canasta de bienes que consumen millones de trabajadores que se están incorporando a las industrias. Esta evolución mejora las condiciones de la clase trabajadora, y su capacidad para encarar la transformación social. Una clase trabajadora postrada en la más completa degradación física, sería incapaz de convertirse en una fuerza social revolucionaria. Pero al mismo tiempo Marx señalaba que el sistema capitalista recrea permanentemente el ejército de desocupados, y arroja al pauperismo y a la miseria más absoluta a millones de seres humanos. Y que las crisis son por excelencia el mecanismo a través del cual opera este proceso. Por eso, al lado de las más colosales conquistas de la ciencia y la tecnología, y de las obras de ingeniería colosales, decía Marx, se mantienen las miserias y las degradaciones más espantosas. Si en China 500 millones de personas dejaron el nivel de pobreza en la última década, no hay que olvidar que otros 400 millones continúan viviendo con menos de dos dólares al día.

Y por este mismo desarrollo contradictorio es que el sistema “genera los medios materiales de su propia destrucción” (Marx, 1999, t. 1, p. 952). El capital socializa cada vez más la producción (masas de seres humanos son despojadas de la propiedad de sus medios de producción y son subsumidas al mando del capital) en tanto los capitales se concentran y centralizan en manos de pocos. Implica también que el trabajo se hace cada vez más social, que la ciencia y la tecnología se aplican a escalas cada vez mayores, y que paralelamente se acrecientan el poder y la riqueza en un polo, y “la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación” (ídem, p. 953). Esta contradicción se agudiza, y tiende a hacerse explosiva. Y dado que el proceso se da a escala mundial, genera las condiciones para que la superación de la contradicción sea también a escala mundial. ¿Confirman los datos esta tesis? Sí, la confirman. El Informe de 1996 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sostenía que entre 1960 y 1991 el 20% de las personas más ricas habían aumentado su participación en el ingreso mundial del 70% al 85%, en tanto que el 20% más pobre había bajado su participación del 2,3% al 1,4%. En la década y media transcurrida desde este informe, la situación no parece haber cambiado. El informe del Programa de 2005 afirmaba que los 2500 millones de habitantes más pobres del planeta (vivían con menos de dos dólares diarios) recibían solo el 5% del ingreso global, en tanto el 54% del ingreso iba al 10% más rico. Y agregaba que el 80% de la población mundial vivía en países en los que estaba aumentando la desigualdad, en tanto que solo el 4% lo hacía en países en que estaba disminuyendo. El informe Universtiy-Wider de las Naciones Unidas, de 2008, consignaba que más de la mitad de los activos a nivel mundial eran propiedad del 2% más rico, en tanto que el 50% más pobre de la población tenía apenas el 1% de los activos. El 10% más rico tenía 3000 veces más riqueza acumulada que el 10% más pobre; y 1200 millones de personas sobrevivían con US$ 1,25 por día. En EEUU la desigualdad está creciendo casi ininterrumpidamente desde 1970. Actualmente, en este país, las 12.000 familias más ricas tienen ingresos anuales superiores a los 24 millones de personas más pobres, y una de cada ocho personas dependía, en 2010, de cupones de alimentos para vivir. Entre 1973 y 2005 el 0,01% más rico de la población aumentó sus ingresos reales un 250%, en tanto el 90% más pobre tuvo una caída en términos reales del 11%. Si se toma el coeficiente Gini para los hogares, aumentó desde 0,34 a mediados de los 80, a 0,38 en los 2000 (cuando el coeficiente es cero, es igualdad absoluta, y cuando es uno la mayor desigualdad). En China el coeficiente pasó de menos de 0,3 en los 80, a más de 0,4 en la actualidad. Destaquemos que esta tendencia a la polarización da nueva relevancia a la noción de la pobreza como un concepto histórico-social. Para decirlo con un ejemplo: cuando la producción de heladeras o de artefactos sanitarios recién comenzaba, no podía considerarse pobre a una familia que no dispusiera de los mismos. Pero hoy una familia que no puede adquirir siquiera una heladera, o artefactos sanitarios indispensables, es pobre. Por eso el concepto más fundamental, y subversivo, de Marx, es que la pobreza es relativa, y tiende a aumentar en la medida en que la riqueza se concentra en pocas manos. Observemos que hasta cierto punto algunas estadísticas burguesas registran este hecho. Por ejemplo, en Europa se consideran pobres aquellos cuyo ingreso está por debajo del 60% de la mediana. Pero la teoría económica establecida no puede explicar estas tendencias, que se despliegan a medida que avanza la acumulación del capital, pero están en el centro del enfoque de Marx. Ya en una obra temprana, la Miseria de la Filosofía, escribía:

“… cada día es más evidente que las relaciones de producción en que la burguesía se desenvuelve no tienen un carácter uniforme y simple, sino un doble carácter; que dentro de las mismas relaciones en que se produce la riqueza, se produce también la miseria; que dentro de las mismas relaciones en que se opera el desarrollo de las fuerzas productivas, existe asimismo una fuerza que da origen a la opresión; que estas relaciones no crean la riqueza burguesa, es decir, la riqueza de la clase burguesa, sino destruyendo continuamente la riqueza de miembros integrantes de esta clase y formando un proletariado que crece sin cesar” (Marx,1981, p. 100). Esta es la dialéctica que se está desplegando hoy ante nuestros ojos, a escala mundial.

En conclusión

La globalización es un hecho cualitativamente nuevo, ya que consiste en la extensión a escala planetaria del modo de producción capitalista. Como tal, se trata de un fenómeno que es inherente a la naturaleza del capital, y como tendencia es irreversible en tanto se mantenga la propiedad privada del capital. La globalización significa que en las últimas décadas se han desarrollado clases capitalistas con raíces propias en la mayoría de los países del tercer mundo, y que el mercado mundial debe entenderse como una totalidad capitalista, en la que se imponen las leyes de la acumulación “a lo Marx”. Al mismo tiempo, la globalización es sinónimo de la profundización de las contradicciones esenciales del sistema capitalista.

Bibliografía

Lenin, N. (1969): El desarrollo del capitalismo en Rusia, Obras Completas, t. 3, Buenos Aires, Cartago.

Mandel, E. (1985): El Capital. Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx, México, Siglo XXI.

Marx, K. (1999): El Capital, Madrid, Siglo XXI.

Marx, K. (1981): Miseria de la filosofía, Moscú, Progreso.


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Distintos enfoques sobre la globalización (2)

Written by rolandoastarita

19/04/2011 a 11:19

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10 respuestas

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  1. Rolando te quería preguntar sobre el contenido de una frase que me quedo colgada de otra nota(sobre la desocupacion en la URSS) y que el contenido de la misma lo utilizas aquí, la idea era : «Esto da lugar a una ley de población que es específica del capitalismo, y consiste en que la población obrera se regenera y aumenta con la acumulación del capital, a una tasa mayor de lo que crece la población en general». No término de comprenderla. Gracias y saludos.

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    dani

    19/04/2011 at 22:25

    • La población obrera se regenera y aumenta con la acumulación del capital esencialmente porque la máquina reemplaza al trabajo humano, generando de esta manera oferta de fuerza de trabajo. También contribuye a la oferta de trabajo el sobreempleo de los que trabajan (horas extraordinarias). Marx presenta esta cuestión como alternativa y en crítica a la idea de Ricardo. Ricardo pensaba que cuando aumentaba la acumulación, aumentaba el empleo, subían los salarios, la suba de salarios estimulaba el aumento de la población, y este aumento regulaba los salarios de nuevo hacia abajo, etc.

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      rolandoastarita

      20/04/2011 at 09:10

  2. Pero esa contradicción esencial aparece cada vez más diluida y escasamente reconocida. Marx escribió para su época suele oirse. Estamos en otro tiempo dicen algunos sociólogos, donde importan más las reivindicaciones «culturales» de individuos y grupos sobrepasándose la perspectiva de clase; el capitalismo está para quedarse: La globalización dejó la lucha capital-trabajo en los siglos XIX y XX; el poscapitalismo es el reino del individuo capaz de reconocer el potencial de su asociación con otros individuos; la posmodernidad no deja lugar para utopias…etc, etc. ¿Cómo puede ser que cuando más se agudiza la contradicción capital-trabajo, más se la desconoce?

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    mario

    20/04/2011 at 00:11

    • Coincido en que a medida que se extiende la relación capital trabajo, una buena parte de la intelectualidad (posiblemente sea la mayoría) menos la reconoce. El hecho es que en la mayoría de los países la relación asalariada, y bajo el mando del capital, pasó a ser dominante. Incluso profesiones que hasta hace algunas décadas eran independientes, hoy cada vez más pasan a estar subsumidas por el capital. Por ejemplo, el médico que atendía en un consultorio propio, y el médico que hoy trabaja en un sanatorio privado, bajo relación asalariada.

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      rolandoastarita

      20/04/2011 at 09:14

  3. «Si la globalización es la extensión mundializada de la relación capital-trabajo…»

    ¿La relación capital-trabajo en sí misma es un fenómeno local (que se extiende) o global (que siempre lo fue, independientemente del grado)?

    …..

    «La globalización significa que en las últimas décadas se han desarrollado clases capitalistas con raíces propias en la mayoría de los países del tercer mundo, y que el mercado mundial debe entenderse como una totalidad capitalista…»

    ¿Qué quiere decir «con raíces propias en la mayoría de los países»?

    ¿Quiere decir que el fenómeno de la «extensión de la relación capital trabalo» surge en cada país («raíces propias»)?

    ¿O que dicha extensión de la relación capital-trabajo «echa raíces» en cada país?

    Si no dilucidamos esto, que no es semántica, sino que va a la raíz del asunto teórico, nunca vamos a comprender la naturaleza del imperialismo y de los estados nacionales.

    Por ej., cuando Trotsky dice “El marxismo parte del concepto de la economía mundial no como una amalgama de partículas nacionales, sino como una potente realidad con vida propia, creada por la división internacional del trabajo y el mercado mundial, que impera en los tiempos que corren (agregado mio: 1930) sobre los mercados nacionales».

    «… las partículas nacionales representan en sí una combinación de los rasgos fundamentales de la economía mundial».

    Interpreto que está diciendo que lo que se combina en cada partícula nacional no es un “rasgo propio de lo nacional” sino de la economía mundial, que se manifiesta, así, con sus particularidades, en cada escenario nacional.

    En este sentido, y usando la terminología de Rolando, las “raíces propias” no son las que echan las clases capitalistas locales sino que es el capitalismo global que lo hace y que se manifiesta en el escenario local como una combinación particular de ese capitalismo global. Las clases capitalistas locales (creo que es adecuado y riguroso adosar el término “local” al de “clase capitalista” siempre y cuando hablemos en términos descriptivos) son parte de esa “combinación de los rasgos fundamentales de la economía mundial”, sin los cuales nunca hubieran existido.

    Por eso, y por estas razones lógicas y conceptuales, me inclino a pensar que la “relación capital-trabajo” es intrínseca y cualitativamente global independientemente del grado en que se halla extendida a lo largo de la evolución histórica.

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    oti

    20/04/2011 at 19:41

  4. Teniendo en cuenta afirmaciones como la siguiente (y solo por extraer un ejemplo del artículo, pero los ejemplos son muchos y variados, otro sería lo que en Argentina ha dado en llamarse trabajo esclavo): «Según UNICEF, en el mundo trabajan unos 158 millones de niños de entre 5 y 14 años; de acuerdo a la OIT, serían 218 millones, de los cuales 128 millones realizan tareas peligrosas, y 73 millones tienen menos de 10 años. Muchos de ellos trabajan en minería, agricultura (el 70%, y a menudo desde muy jóvenes), confección de ropa, fabricación de juguetes, empresas químicas, o en el trabajo hogareño»; ¿podemos desprender de esto que una fracción de la clase no se reproduce como tal, es decir bajo los supuestos del trabajo asalariado, es decir libre, sino bajo esquemas de servidumbre? Pero a su vez, ¿no son fracciones del capital las que emplean esta fuerza de trabajo -ya sean empresas tercerizadas, talleres que producen para grandes firmas? Pregunto esto porque no me queda del todo claro como entran estos fenómenos en el análisis – aún si no se tratara de la tendencia predominante en la globalización-.

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    CLB

    23/04/2011 at 20:39

    • Lo primero que se desprende de los datos es que una parte importante de la clase trabajadora es sobreexplotada, esto es, no recibe el valor de su fuerza de trabajo. Al respecto es preciso recordar que cuando Marx hace el supuesto de que a la clase obrera se le paga el valor de la fuerza de trabajo, no pretendía que eso sucediera siempre en la realidad. El Capital está lleno de ejemplos de sobreexplotación; también de explotación de trabajo infantil, incluso con complicidad de los padres.
      Por otro lado, una parte importante del trabajo agrícola se realiza en unidades campesinas familiares; los campesinos para poder competir en los mercados resignan no solo una parte de su «ganancia», sino también de lo que iría a la reproducción de su fuerza de trabajo y la de su familia (también algo que había anotado Marx; en mi último libro trato bastante este caso). Por supuesto, no se trata aquí de una relación de servidumbre. Existe de todas maneras una porción de la fuerza de trabajo que está sometida a relaciones de servidumbre, por ejemplo en zonas de África, y una parte de ella corresponde al trabajo infantil. Esto no cambia el hecho de que la relación de explotación dominante hoy es capitalista.
      En cuanto a la nota sobre globalización, lo que cuestiono esencialmente es que no existe explotación de países, por lo menos en lo que se refiere a la inmensa mayoría de países dependientes. Para decirlo de la manera más clara posible: considero que Argentina no es explotada por Europa, EEUU o Brasil (en este último caso, por los que dicen que Brasil es «subimperialista»).

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      rolandoastarita

      24/04/2011 at 13:32

  5. ¿Por qué comparas los datos desde 1960, 1970 o 1973 y no desde mucho antes principios de siglo o desde el siglo XVIII o XIX, para mostrar que si hubo mejoras aun dentro de diferentes etapas del capitalismo no en los últimos 40 años donde hubo una mayor tasa de explotación?

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    Nicolas

    24/04/2011 at 01:16

    • No comprendo la objeción. Si se comparan datos desde el siglo XIX o antes, los indicadores también demuestran desarrollo de las fuerzas productivas, y con ello también de los estándares de nivel de vida. En las notas sobre fuerzas productivas y la posición de Trotsky al respecto he presentado datos, y se pueden dar más, porque abundan. Lo cual confirma el planteo teórico de Marx.

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      rolandoastarita

      24/04/2011 at 13:12

  6. Entiendo todo menos el motivo por el que la desigualdad entre países aumenta… en la nacionalización debería haber cierta tendencia a la homogeneidad no? ya que un mercado global debería tender a igualar la situación entre trabajadores de distintos países, que deben competir entre ellos. Si las fabricas van a los países con menores salarios, no deberían aproximarse las calidad de vida de los trabajadores del país de origen y de destino? todo ello explotando el capital global cada vez mas el trabajo en general claro…

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    Prometeo

    08/04/2018 at 15:20


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