Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (14)

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La parte 13 de la nota, aquí.

Política hacia el campesino “irracional, iletrado e ignorante”

Cuando reseñamos los debates de los 1920, hicimos referencia a lo que Erlich llamó el “dilema Preobrazhenski”: si se daban estímulos a los campesinos, se corría el riesgo de que la economía basada en el interés privado pusiera sus condiciones a la industria, a través del mercado. Y si se establecían términos de intercambio perjudiciales para el campesinado, este retacearía los bienes a la industria, o se retiraría del mercado. Pero la construcción socialista solo podía realizarse si se conseguía alimentar a los trabajadores urbanos, proveer la materia prima para la industria y si había excedentes agrícolas para exportar, a fin de importar tecnología.

Pues bien, dado que la URSS se industrializó en los años 1930, se ha sostenido que la colectivización permitió evitar ese dilema, ya que habría posibilitado mantener la provisión de alimentos, al tiempo que se avanzaba en la industrialización. Esta idea estuvo muy generalizada en los estudios sobre la industrialización soviética posteriores a la Segunda Guerra, y desde el marxismo constituyó el principal argumento para justificar o apoyar la política de Stalin de los 1930. Un caso representativo es Paul Baran en La economía política del crecimiento, un libro que fue antecedente directo de la corriente de la dependencia.

La idea central de Baran es que para salir del impasse en que se encontraba la economía en los años veinte -no podía haber modernización de la agricultura sin industrialización, y no podía haber industrialización sin modernización de la agricultura-, y dado que no se contaba con colonias o préstamos del exterior, la dirección soviética decidió “romper el nudo Gordiano creando una poderosa industria y, simultáneamente, proporcionando a la agricultura el equipo técnico necesario para su modernización y colectivización. La solución de esta tarea gigantesca se logró a un costo tremendamente alto”. Por eso, Baran cita aprobatoriamente a Stalin cuando este dice –en Cuestiones del leninismo– que fue necesario “aceptar sacrificios”, “economizar en alimentos, en escuelas, en bienes manufacturados para poder acumular los medios indispensables para la creación de la industria”. De todas maneras, Baran admite que los costos “no fueron solo económicos” y que los campesinos no adhirieron voluntariamente a las granjas colectivas: “Aunque las declaraciones oficiales subrayaban la naturaleza voluntaria del movimiento de colectivización, en realidad la coerción y el terror fueron decisivos para ayudar a lograr el resultado deseado y alcanzar ‘ese profundo cambio revolucionario, ese salto de un viejo estado cualitativo a un nuevo estado cualitativo, que por sus consecuencias puede igualarse al cambio revolucionario de octubre de 1917’” (la última parte de la cita corresponde a la Historia del PC (bolchevique) de la URSS, de 1938). Agrega que “esta ruptura revolucionaria del atraso secular no pudo haberse logrado con el consentimiento de un campesino irracional, iletrado e ignorante”.

Este pasaje resume lo que fue el enfoque rector de los partidos Comunistas en los socialismos “reales”: el socialismo se puede y debe imponer a la fuerza, porque existe una “necesidad objetiva” para el avance social. En palabras de Baran: “Como en todas las situaciones en que las necesidades objetivas chocan con el juicio que tienen los individuos de tales necesidades, estos últimos solo pueden obstaculizar y retardar el proceso histórico, pero no pueden detenerlo indefinidamente. Más aún, las actitudes individuales respecto a un curso dado de los acontecimientos, lejos de ser inmutables y rígidas, en ocasiones se colocan en armonía con los cambios objetivos… Lo decisivo y lo determinante para que tal armonía surja en el transcurso del tiempo, es que los cambios que se efectúen correspondan a las necesidades vivientes y objetivamente determinables de la sociedad. El hecho de que la colectivización de la agricultura en Rusia –a pesar de todos los sufrimientos que produjo en su fase inicial- fuera la única forma posible de lograr un amplio progreso económico, social y cultural, le aseguró tarde o temprano su éxito”. Según Baran, el consenso de los campesinos se logró “ex post facto a través de la propaganda y las actividades educativas del Partido Comunista”. También cita a Maurice Dobb (quien apoyó la política stalinista en los 1930) diciendo que las formas colectivas de la agricultura hicieron una “enorme contribución al progreso de la industrialización”.

Es, en esencia, el argumento de los que sostienen que “la revolución desde arriba” de Stalin consolidó la construcción del socialismo (o afianzó los elementos socialistas al interior del Estado obrero burocrático). A los campesinos “irracionales, iletrados e ignorantes” había que imponerles la entrada a las granjas colectivas contra su voluntad, porque eso “correspondía a la necesidad objetiva y viviente” que el Partido, o la teoría marxista, habían determinado como necesarias para la sociedad. Para eso no importaban los sufrimientos infligidos “en su fase inicial”. Este discurso, que se ubica en las antípodas de la concepción de construcción socialista que se defiende en este blog, se ha repetido una y otra vez en el marxismo. Pero además, dados los padecimientos de los campesinos y la devastación que provocó la colectivización forzosa, cabe preguntarse sobre hasta qué punto contribuyó efectivamente a la industrialización.

¿Hubo transferencia de excedente desde el agro? 

La idea tradicional –de Baran, Dobb, Nove y otros- de que la industrialización soviética fue posible porque se produjo una fuerte transferencia de riqueza desde el agro a la ciudad comenzó a ser seriamente cuestionada por investigadores e historiadores de la URSS ya hace más de cuatro décadas. Así, a comienzos de los 1970 James Millar planteó que los precios bajos demostraban que había habido explotación estatal de los campesinos, pero eso era insuficiente para probar que hubiera existido transferencia de excedente desde la agricultura. Millar sostuvo que el excedente de la agricultura podía calcularse tomando las ventas de la agricultura a la industria y restando las compras de la agricultura a la industria. Concluía entonces que cuando se tenía en cuenta el flujo neto, la tesis de la extracción del excedente desde la agricultura a la industria no se sostenía (1970).  Luego, en 1974, y en respuesta a Nove, Millar presentó los cálculos del ruso Alexander Barsov, que desmentían la tesis de la transferencia. El estudio de Barsov abarcó el período 1928 – 1932. Si se utilizaban como ponderación los precios de 1928-9, el excedente neto agrícola habría sido negativo entre 1928 y 1932. Si se utilizaban los de 1913, el excedente era positivo, pero cuantitativamente pequeño. La razón reside en la mayor provisión de bienes industriales a la agricultura por parte del Estado (Millar 1974). Barsov luego extendió su estudio hasta 1937-8, y concluyó que el excedente necesario para la industrialización provino principalmente de la clase obrera. Estos resultados ponían en evidencia entonces que la colectivización no permitió la extracción de un mayor excedente de la agricultura con respecto a 1928; y que la agricultura no financió la industrialización (véase, además, Nove, 1971; Harrison, 1978).

Las razones por las que no se habría producido una transferencia neta desde la agricultura son varias. En primer lugar, la desaparición de animales disminuyó la cantidad de fertilizantes y los animales de tiro, lo que obligó a fuertes inversiones industriales. En particular, el Estado se vio obligado a transferir maquinaria agrícola a precios subsidiados a las Estaciones de máquinas y tractores. En segundo término, si bien es cierto que a partir de 1930 los precios minoristas de los bienes industriales subieron con relación a lo que pagaba el Estado por los bienes agrícolas, este factor, favorable a la transferencia de fondos hacia la industria, fue más que compensado por los precios en los mercados no regulados, que se movieron a favor de los bienes del campo. Entre 1928 y 1932 aumentaron los precios libres de los bienes industriales y agrarios, pero en tanto los primeros se incrementaron seis o siete veces, los segundos aumentaron unas 30 veces. “La persistencia de un sector privado dentro de la agricultura y el comercio tenía un efecto muy grande en el flujo de fondos entre la agricultura y la industria” (Harrison, 1985). Los hogares que todavía estaban en condiciones de proveer a los mercados privados de comida o bienes de artesanos podían negociar en términos ventajosos con relación a los que dependían solo del sector público para sus ingresos; y los que estaban mejor de todos eran los que tenían comida para vender.

Ellman (1975) también sostiene que debido al bajo nivel de la producción agrícola (medida en precios de 1928), esta no pudo haber provisto los fondos para la industrialización de 1928-32. De hecho, al finalizar el Primer Plan, la inversión anual era más del doble de la producción agrícola anual total; y el aumento de la inversión durante todo el Primer Plan Quinquenal fue sustancialmente mayor que toda la producción agrícola de un año cualquiera. Ellman plantea que la industrialización requirió mano de obra y mercancías. La mano de obra provino esencialmente de la agricultura y fue alimentada con comida obtenida de la agricultura. El aumento de mercancías provino esencialmente de la misma industria y de la construcción. Durante el Primer Plan Quinquenal el ingreso nacional soviético aumentó 60% y virtualmente todo este incremento fue utilizado para aumentar la inversión.

En definitiva, “[l]a industria, después de todo, recibió un ‘tributo’ neto de la agricultura en el período de entreguerra… y el tributo era mayor en 1929-31 que en 1928. Pero el aumento del tributo durante la colectivización solo fue pequeño y temporario. Hacia 1932 había caído de nuevo al nivel de 1928, y era menor aún en 1937-8; no se recuperó luego del hambre de la colectivización” (Harrison, 1985). Duncan (1986) también plantea que, a la vista del caos y retroceso económico que produjo la colectivización en el agro, no puede sostenerse que hubo transferencia de excedente agrícola.

Bibliografía:
Baran, P. (1969): La economía política del crecimiento, México, FCE.
Duncan, C. A. M. (1986): “On Rapid Industrialization and Collectivization: An Essay in Historiographic Retrieval and Criticism”, Studies in Political Economy, vol. 21, pp. 137-155.
Ellman, M. (1975): “Did the Agricultural Surplus Provide the Resources for the Increase in Investment in the USSR during the First Five Year Plan? The Economic Journal, vol. 85, pp. 844-63.
Harrison, M. (1978): “The Soviet Economy in the 1920s and 1930s”, Capital & Class, 2, pp. 78-94.
Harrison, M. (1985): “Primary Accumulation in the Soviet Transition”, Journal of Development Studies, vol. 22, pp. 81-10.
Millar, J. R. (1970): “Soviet Rapid Development and the Agricultural Surplus Hipothesis” Soviet Studies vol. 22, pp. 77-93.
Millar, J. R. (1974): “Mass Colectivization and the Contribution of Soviet Agriculture to the Five-Year Plan”, Slavic Review, 33, pp. 750-766.
Nove, A. (1971): “The Agricultural Surplus Hypothesis: A Comment on James R. Millar’s Article”, Soviet Studies, Vol. 22, pp. 394-401.

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Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (14)

Written by rolandoastarita

31/05/2016 a 10:02

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2 respuestas

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  1. Ok. Primero la tesis de la transferencia de excedente desde el agro a la industria en la infante URSS es más que ridícula. No encuentro necesidad ni desafío en refutar semejante ridiculez, es más, creo que se contribuye más a inflar la importancia de este tipo de teorías disparatadas.

    Segundo, la colectivización fue necesaria en la medida que había que reorganizar productivamente la actividad agrícola ganadera con un número sustancialmente menor de mano de obra. Es decir, la colectivización tenía el objetivo de liberar trabajadores para mandarlos a las urbes industriales. Con una pequeña dosis de malicia y cinismo podemos comparar a esto con un proceso de «acumulación originaria». Yo prefiero decir que se trató de reorganizar el campo de acuerdo a los estándares internacionales, es decir, un campo con poca gente y grandes ciudades industriales fuertemente pobladas. Esa era la tendencia natural en el mundo y el buró político soviético aceleró artificialmente esa tendencia por medio de la colectivización.

    Por último, probar falsa la tesis de transferencia de excedente agrícola no convierte en erróneas las políticas implementadas en la URSS en los años 30. La colectivización nunca se justificó desde el punto de vista de «sacarle al campo», sino que se trató de modernizar un modo de producción completamente obsoleto que sólo había sobrevivido gracias a la fuerte recesión económica post-guerra de los años 20. La leve recuperación del 28 ya volvía a evidenciar los problemas de falta de suministros alimenticios. La única solución era sacar gente del campo, mandarla a las ciudades y ponerla a producir. Es obvio que la plusvalía la generaron los centros industriales y no el campo. Las deportaciones y las colonizaciones de Siberia siguieron la misma lógica (adelanto).

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    Lenin

    01/06/2016 at 16:59

  2. Eso que Ud. dice Lenin estaría bien si hubiese habido incremento en la productividad agrícola, si los que se quedaron en las granjas colectivas hubieran incrementado la producción pese a ser menos. Pero según las notas, ese no fue el caso. El desbarajuste del campo afectó la producción agrícola; no se generaron los excedentes necesarios para exportar y obtener divisas para comprar tecnología y contratar especialistas extranjeros o para abaratar el coste de los alimentos para los obreros industriales en las ciudades. El campo tenía que pasar hambre para que hubiera suficiente alimento para los obreros, sometidos además a jornadas excesivas. Eso, más que acumulación originaría debería llamarse «explotación originaria» del campo y la ciudad.

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    mario

    01/06/2016 at 21:27


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