Rolando Astarita [Blog]

Marxismo & Economía

Trotsky, el giro de 1928-9 y la naturaleza social de la URSS (16)

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La parte 15 de la nota, aquí

Granjas colectivas y resistencia campesina

Dada la manera forzada en que se realizó la colectivización, una vez completada la entrada de los campesinos a las granjas, el Estado se habría encontrado con una fuerte y sorda resistencia, con efectos muy negativos para la producción. Esta tesis tiene una larga tradición. Fue planteada por Trotsky, Bettelheim y Nove, entre otros. Por ejemplo Nove (1973) sostiene que las políticas estatales eran profundamente resistidas por los campesinos y su resentimiento afectó su comportamiento como productores. Esta línea de pensamiento fue profundizada en las últimas décadas por Viola, Fitzpatrick y otros historiadores, que enfatizaron la resistencia del campesino como una de las razones centrales de la baja productividad de la agricultura soviética. Por ejemplo, Viola escribe: “Al final, y cuando el poder y la política son los principales criterios, el Estado seguramente emergió victorioso de esta confrontación [se refiere a la entrada a las granjas] con el campesinado, un resultado inevitable dada los enormes poderes represivos del Estado y el localismo de la revuelta campesina. Pero fue una victoria pírrica, ya que la colectivización tuvo el efecto último de unificar a la inmensa mayoría del campesinado contra el Estado y sus políticas. Mucho después de las campañas por la colectivización de la revolución de Stalin, un campesinado, en algún sentido de la palabra, permanecería amargado a veces, y la mayor parte del tiempo empeñado en una guerra continua y no declarada basada en el empleo de constantes y múltiples artilugios de formas de resistencia pasivas y diarias en la granja colectiva” (1996).

Fitzpatrick (1994), por su parte, muestra que los campesinos, una vez incorporados a las granjas colectivas por la fuerza, consideraban que sufrían una nueva servidumbre, que no recibían la compensación adecuada y estaban a merced de jefes locales arbitrarios. En oposición pusieron en práctica métodos de resistencia tradicionales, tales como trabajar despacio, pretender que no entendían las instrucciones, llegar tarde al trabajo y no tener iniciativas. Además, los funcionarios del Estado no podían conocer los recovecos de la producción, y esto ponía límites a su dominación sobre la autonomía campesina. Otra forma de resistencia pasó por poner mayor empeño en el lote privado. O a través de la religión: por ejemplo, no trabajar en los “feriados religiosos”, que no eran reconocidos en el calendario oficial. También era frecuente que trabajadores que adquirían alguna habilidad técnica –por ejemplo, manejar el tractor- se iban a las ciudades en busca de empleo.

La interpretación de Tauger

Si bien la tesis de la resistencia tiene amplia aceptación, en los últimos años Mark Tauger ha presentado argumentos que llevan a matizar la idea establecida. Tauger sostiene que el levantamiento o la rebelión frente a la entrada compulsiva en los koljoses no fue la respuesta más común, y que muchos campesinos se adaptaron al nuevo sistema de maneras que les permitieron funcionar y solucionar problemas. Según Tauger, los autores de la interpretación “resistencia” han tomado como evidencia los informes de la GPU, que estaba interesada en exagerar el grado en que los campesinos representaban un peligro, y sostiene que los levantamientos abarcaron a una pequeña parte del total del campesinado. Sin embargo, admite que en 1920 los campesinos no entraban voluntariamente a las granjas colectivas, y que en los 1930 lo hicieron bajo coerción y amenaza.

La polémica se prolonga a lo que sucedió al interior de las granjas colectivas una vez terminada la incorporación. Según Tauger, si bien existió resistencia campesina, es muy difícil documentar su efecto en la producción. Además, en esa década la cosecha de grano osciló fuertemente, con años de alta producción –especialmente 1935 y 1937- y otros de muy baja producción en 1932 y 1936. Esas variaciones, sostiene, no pueden explicarse por “resistencia campesina”, y se deberían a variaciones en las condiciones ambientales (agotamiento de suelos, sequía). Además, en ocasiones, y movidos por el hambre y la presión administrativa, los campesinos trabajaron más duro y aumentaron la siembra. Y en la medida en que, hacia 1933, se superó la hambruna, muchos se habrían reconciliado con el sistema. A pesar de que muchos resistían de forma pasiva, la mayoría se habría adaptado a la colectivización y habría aumentado la intensidad del trabajo para superar la crisis y las malas condiciones. Con respecto a la evidencia que presentan los autores de la tesis de la resistencia, sobre que los campesinos se negaban a trabajar en las tierras colectivas, Tauger sostiene que ese parece haber sido el caso cuando en algunos koljoses se quiso imponer una distribución igualitaria de ingresos, o cuando no había suficiente provisión de comida. Sin embargo, en muchos casos los mismos campesinos que se negaban a trabajar enviaban a sus hijos adolescentes a trabajar al koljós. En otras ocasiones las negativas a trabajar obligaron a algunos koljoses a contratar como asalariados a campesinos no colectivizados.

Por otra parte, a partir de 1933 el Estado impuso medidas draconianas de disciplina laboral y dio ayuda, con lo que hubo una mejora sustancial de la cosecha. Ese resultado se logró con una combinación de mejor organización, más presión administrativa (entre las medidas, nuevas purgas de supuestos kulaks disimulados al interior de los koljoses) y el hambre, que motivaba a realizar esfuerzos desesperados para evitarla. Oficialmente se informó de una mejora en la actitud de los campesinos. Lo cual no niega que haya habido otros tipos de reacciones: bandidaje, intentos de organizar levantamientos contra el Estado, robos al interior de los koljoses o koljosianos que trabajaban lento. También se registraron koljoses en los que algunos miembros tenían lotes privados de hasta tres hectáreas y contrataban mano de obra para trabajar en ello, y pocos se presentaban a trabajar en la tierra en común. Pero de conjunto, hacia mediados de los 1930 mejoraron la disciplina y la dedicación al trabajo. Además, se debilitó el igualitarismo, y trabajadores de shock recibían premios y reconocimiento. Muchos campesinos condenaban el robo al koljós y apoyaron medidas punitivas del Gobierno para combatirlo.

Colectivización y lote individual

A pesar de las diferencias en torno a la importancia que pudo haber tenido la resistencia, un punto en el que hay coincidencia es que el Estado debió hacer concesiones al interés privado para apaciguar o cooptar a los campesinos colectivizados. En mayo de 1932 se anunció que se reduciría la recolección de grano de la próxima cosecha. Además, se concedió a los koljoses, sovjoses y a los campesinos individuales el derecho de comerciar “a los precios formados en el mercado” (hasta entonces ese mercado, si bien extendido, era ilegal). La producción agrícola sería en parte distribuida a través de las compras del Estado, a precios fijados bajos, y en parte a través del mercado koljosiano a precios libres. Los consumidores se proveerían en ambos. En 1935, el estatuto de los koljoses oficializó la producción privada. Los campesinos tuvieron derecho a explotar en usufructo perpetuo una parcela privada, que variaba según las regiones entre 0.25 y 1 hectárea. También se les otorgó el derecho a adquirir en propiedad una casa, una vaca, ovejas, cabras y aves de corral (Mandel, 1969). Además se estableció que después de cumplir con las cuotas de entregas obligatorias al Estado, cada hogar campesino y cada granja colectiva, como unidad, podía vender la producción en el mercado libre a precios determinados por la oferta y la demanda.

A partir de estas medidas se elevó la producción, pero las mismas también implicaban la reproducción de la estructura dual –producción colectiva e individual- al interior de los koljoses. Los campesinos ahora dividían sus tareas entre la parte dedicada a la producción colectiva, y la individual. A mediados de los treinta esta estructura se consolidó legalmente cuando se definió que los lotes individuales y el mercado libre que les estaba asociado eran parte de la economía socialista. Así, en 1936 Stalin pudo proclamar que el socialismo estaba conseguido, “en lo fundamental”.

Sin embargo, muchos campesinos no estaban motivados para poner empeño en la producción colectiva. Trotsky (1973) observa que  “… las necesidades cotidianas del campesino medio se satisfacen en mayor medida por su trabajo ‘para sí mismo’ que por su participación en el koljós. A menudo sucede que las entradas de su parcela individual, sobre todo si se dedica a un cultivo técnico, a la horticultura o la crianza, son dos o tres veces más elevadas que su salario en la empresa colectiva. (…) Para levantar la gran agricultura colectiva fue preciso hablar nuevamente al campesino en un lenguaje inteligible, volver, en otros términos, del impuesto en especie al comercio, reabrir los mercados”. Mandel (1969) cita fuentes soviéticas según las cuales, en 1939 casi el 40% de los campesinos koljosianos trabajaban sobre las tierras de los koljoses menos de 100 días al año.

Transición bloqueada

Lejos de ser un elemento de fortalecimiento del socialismo, la estructura dual al interior de las granjas colectivas fue una admisión implícita de que el campesinado no había sido ganado para la producción colectiva. Por eso, la colectivización consolidó una estructura que era muy difícil de superar en un sentido socialista. En otros términos, la transición hacia el socialismo estaba prácticamente bloqueada, a pesar de las declaraciones oficiales. Y a partir de entonces, cada vez que el Estado buscó elevar la productividad en el agro, y ante la inefectividad de medidas punitivas y administrativas, terminó otorgando más concesiones al interés privado.

Sin embargo, y debido a que esas concesiones aumentaban la capacidad económica de los campesinos, los períodos de concesiones eran seguidos de otros de mayor control estatal, dando como resultado una evolución en zigzag. Por ejemplo, durante la guerra contra Alemania, y con el objetivo de estimular la producción, se alentaron los mercados koljosianos. El resultado fue que hacia el final del conflicto había una fuerte acumulación de dinero en el campo e hicieron su aparición koljosianos millonarios que se apropiaban de tierra. Se calculaba que para 1945 unas 5 millones de hectáreas habían pasado a manos privadas  (Mandel, 1969). El Estado tomó entonces la ofensiva sobre el campo, encontrando resistencia pasiva por parte de los campesinos; la producción se estancó  y volvió a disminuir peligrosamente el ganado. En 1946-7 hubo una gran requisa de grano, que provocó una nueva hambruna en Ucrania. Pero para comienzos de la década de 1950 la producción agraria estaba estancada.

Después de la muerte de Stalin Nikita Kruschev, que era de origen campesino y había sido secretario del Comité Central del Partido en Ucrania en 1946, reconoció que Rusia tenía menos ganado que en 1913, y que la producción agrícola estaba estancada. De acuerdo a datos oficiales citados por Mandel (1969), de 1930 a 1955 la producción agrícola (excepto para los cultivos industriales) y el ganado soviético (para los cerdos hasta 1953) por habitante fueron inferiores a los de 1916, y para los ovinos y vacunos no superaron el nivel de 1913 ni el de 1928. En respuesta a esta situación, Kruschev buscó incentivar la producción de los lotes individuales. Para eso, aumentó el precio que el Estado pagaba al campesino por el grano, y redujo los impuestos y la cantidad de grano que debían entregar las granjas, a fin de que hubiera más excedente disponible para vender en el mercado libre. También disolvió las estaciones de tractores, y estos fueron vendidos a las granjas estatales. Pero nuevamente la política no fue lineal, y en los últimos años de su gobierno se volvieron a tomar medidas contra la producción privada: se limitó la cantidad de heno que podían tener los campesinos para alimentar a sus animales privados y se establecieron impuestos cuando la cantidad de ganado superara ciertos límites. También se limitaron los lotes, de manera que la tierra arable de lotes cayó un 18% entre 1958 y 1964. En respuesta, los campesinos de nuevo empezaron a trabajar menos para el koljós, e intensificaron el trabajo en sus lotes privados: este último aumentó 22% entre 1958 y 1965, en tanto que el trabajo en los tierras comunales cayó 23% (Abouchar, 1971). Entre fines de los 1950 y la primera mitad de los 1960 la producción agrícola creció a una tasa baja, alrededor del 2%. Los cereales disponibles por habitante en 1965 solo habían aumentado un 5% con respecto a 1913 (Mandel, 1969). Por eso no es de extrañar que bajo la dirección de Brezhnev y Kosiguin se volvieran a hacer concesiones a la producción en los lotes privados.

No es nuestra intención presentar una historia de la agricultura soviética, sino señalar que todo indicaría que el camino hacia una auténtica cooperación socialista estaba definitivamente bloqueado en la URSS post-colectivización forzada. En vísperas de la caída, en 1988, los lotes individuales representaban el 2,7% de la superficie sembrada y producían el 23% del output global del país. Aunque si se tomaba el conjunto de la tierra pública utilizada por los campesinos para sostener su producción privada, la misma llegaba al 20% del total (Medley, 2007). Aun con este matiz, la desproporción entre lo que se producía en los lotes individuales y en la tierra estatal era significativa en lo que respecta al supuesto “fortalecimiento de los elementos socialistas” que habría generado la colectivización forzosa.

Bibliografía:
Abouchar, A. (1971): “The Private Plot and the Prototype Collective Farm Charter”, Slavic Review, vol. 30, pp. 355-360.
Bettelheim, C. (1978): La lucha de clases en la URSS. Segundo período (1923-1930), México, Siglo XXI.
Fitzpatrick, S. (1994): Stalin’s Peasants. Resistance and Survival in the Russian Village after Collectivization, Oxford University Press.
Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, t. 2, México, Era.
Nove, A. (1973): Historia económica de la Unión Soviética, Madrid, Alianza Editorial.
Medley, J. S. (2007): “Soviet Agriculture: A Critique of the Myths Constructed by Western Critics”, http://www.soviet-empire.com/ussr/viewtopic.php?t=47201.
Tauger, M. B. (2005): “Soviet Peasants and Collectivization, 1930-39: Resistance and Adaptation”, en Rural Adaptation in Russia, S. K. Wegren, ed., Londres y Nueva York, Routledge, pp. 65-94.
Trotsky, L. (1973): La revolución traicionada, Buenos Aires, Yunque.
Viola, L. (1996): Peasant Rebels under Stalin, New York, Oxford University Press.

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Written by rolandoastarita

13/06/2016 a 11:13

3 respuestas

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  1. Profesor Astarita: en la búsqueda de material sobre la revolución rusa he encontrado en internet dos textos, intitulados «Mitos y realidades de la revolución rusa y «Tiempo de Insurgencia y Experiencias comunistas en la Revolución rusa» . El primero es obra de Ezequiel Adamovsky. el segundo es de autoría colectiva, en la que también participa el profesor Adamovsky. Caso de que usted haya tenido acceso a dichos trabajos, me gustaría conocer su opinión al respecto. Asimismo, dado que el Dr. Adamovsky es colega suyo en la Universidad de Buenos Aires, donde imparte la asignatura Historia de Rusia, le agradecería que formulase algún comentario sobre la orientación que imprime a dicha asignatura. Un saludo cordial.

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    JOSÉ

    16/06/2016 at 08:18

    • Una aclaración: el profesor Adamovsky no es colega en la Facultad. Él dicta en Historia, en Filosofía y Letras, y yo lo hago en Ciencias Sociales y Económicas. No conozco cómo orienta su curso, y no leí sus libros.

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      rolandoastarita

      16/06/2016 at 09:43

  2. Rolo
    Por que en argentina no conviene una reforma agraria ni dentro del capitalismo ni en un futura argentina socialista? no es mejor el agro frances o yankee con propietarios con menos hectareas?

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    juan

    09/09/2019 at 15:45


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